En estos tiempos de pandemia, donde las miradas se centran en las cifras de contagios, donde las esperanzas están aferradas al anuncio de la vacuna y donde la discusión de millones de hogares se centra en si llegarán al fin de mes por la crisis económica, se pierde de vista que hay personas con falta de decencia y lejos de la finalidad —noble— de sus cargos, que aprovechan la coyuntura y el pánico, beneficiándose personalmente y a otros.
La ola de escándalos comenzó con el tema de Richard ‘Swing’ y sus inverosímiles contratos con el Ministerio de Cultura, posteriormente la contratación de la ex cuñada de la secretaria general del Palacio de Gobierno, y finalmente, como cereza del pastel podrido, el reciente escándalo de la ministra de Economía, María Antonieta Alva, cuyo padre y hermano, habrían ganado contrato con el estado, meses después de haber asumido el cargo.
Esta serie de hechos es una constante en la política peruana, no se escucha como novedad y es lamentable. La causa de esta realidad se debe a la falta de cultura cívica en el país. La falta de interés y seriedad a la hora de votar de los ciudadanos, no hablo de ahora, me remito a las cuatro figuras políticas involucradas en investigaciones penales de las cuales, uno se quitó la vida y, por ende, al no haber sentencia y en respeto al principio de presunción de inocencia, murió inocente. De acuerdo a esto, estamos hablando de cuatro gobiernos seguidos, es decir, un total de 20 años donde los escándalos por corrupción eran —y son— el pan de cada día, un virus que al parecer se encuentra en el poder y que parece infectar a todo aquel que pasa por el sillón presidencial, hablamos de otro virus, nuestro virus: la corrupción.
La indiferencia de la ciudadanía y la poca participación en la administración pública de los profesionales, hace que el sector público sea una institución necesitada de trabajadores o servidores públicos para cubrir sus plazas de labores; en consecuencia, terminan ocupándolas en su mayoría los menos capacitados profesional y técnicamente y, peor aún, personas con precarios valores éticos.
«El poder corrompe» es una frase con la que no estoy de acuerdo. puedo mencionar un par de líderes políticos que cuando han estado al mando de un país han mostrado temple y valores de un servidor público. Angela Merkel, canciller de Alemania, es una de las líderes que ha marcado la diferencia en esta pandemia por su liderazgo, dando una cátedra de gestión y ejecución a todos los mandatarios que no dieron la talla en sus cargos. Asimismo, podemos nombrar a Luis Lacalle Pou, presidente de la República Oriental de Uruguay, que sin someter a cuarentena cavernaria a su población, supo mantener las cifras de contagios en números mínimos y su economía estable.
A partir de lo señalado, podríamos entonces deducir que la solución sería una mayor participación de los profesionales en el sector público. Tanto en política como en entidades públicas, esto sería ideal; pero antes debemos construir las bases. Esto, se trata de fortalecer los partidos políticos, los cuales deben ser cunas para la formación de verdaderos líderes, con enseñanza de historia republicana, identidad nacional y enseñanza de la actividad parlamentaria, para así formar políticos con sólida base de conocimientos.
Por lo mencionado, es importante que el Ministerio del Trabajo, se preocupe por mejorar los beneficios de los trabajadores públicos, la eliminación de la precaria contratación administrativa de servicios —contrato CAS— que es una fuente de inestabilidad y fragilidad laboral que desalienta a muchos profesionales a entrar a las instituciones públicas. La educación, es el pilar para poder lograr todo esto, mejorar el nivel crítico de las personas a la hora de elegir gobernantes, de esa manera se desarrollará una verdadera cultura cívica en los peruanos. En esta línea, claro está que el mejoramiento de la calidad de trabajos de los docentes es una necesidad que aqueja desde hace varios años, sin buenos docentes no podremos hablar de una educación de calidad.
Con el cumplimiento de lo expuesto, el Perú empezará a evidenciar cambios institucionales, partiendo del fortalecimiento de los mismos, desde la base, desde la formación, no pretendamos seguir mejorando el árbol chueco si no aprendemos a regarlo durante su crecimiento y por supuesto, no podemos olvidar lo más importante, y eso dependerá de las futuras generaciones con sus descendientes, el inculcar los valores que todo profesional necesita, como ser una persona íntegra, si no se es una persona de bien, no se puede formar un buen profesional; pero eso viene desde la institución más importante de todas, desde casa, la familia.