Desde el lunes 16 de marzo, inicio del Estado de Emergencia Nacional y, por ello, la suspensión de actividades de cientos de miles de establecimientos a nivel nacional, diversos centros educativos empezaron un nuevo reto en el camino: educar virtualmente a distancia.
De primera mano sé que la educación virtual es una forma completamente distinta y ajena a la presencial, no solo resulta tedioso no estar en el salón de clases rodeado de compañeros y con un profesor al frente; además, significa perder parcialmente la interacción directa alumno-colegio que es de gran importancia.
Los colegios, en especial los privados, han iniciado una revolución educativa, utilizando diversas plataformas, explotando las herramientas que brindan sus servicios de Intranet y realizando coordinaciones diarias con toda la plana docente y administrativa. Ello, con el objetivo de brindar educación de la mejor calidad a todos los escolares a nivel nacional.
Pero, ¿en qué consiste esta revolución educativa? Pues, es variar gran parte de las modalidades de enseñanza, dinamizar las clases, pasar horas tratando de entender cómo educar virtualmente, es decir, aprender a enseñar amoldándose a la situación. Los docentes, sobre todo los adultos mayores, no suelen hacer uso de la tecnología en la enseñanza y es este el momento en el cual se están viendo obligados a aprender, porque la vocación de un profesor es enseñar, a todo costo.
Los costos de implementar plataformas digitales no son bajos, y no hablo únicamente del costo que tiene usar Zoom, conseguir computadoras para profesores que no tienen, brindar Internet a aquellos que no poseen; hablo del costo humano, de las desgastantes horas que pasan los docentes revisando su material, el personal administrativo revisando horarios y coordinando la continuidad de la educación.
Debemos sumarle la inhóspita forma en que los diversos padres de familia han recibido la noticia de que la educación continúa, pero a distancia. Menospreciando las horas de trabajo de la plana docente, mientras piden la nulidad del pago de las pensiones.
Muchos, por ignorancia caen en el juego de «yo no contraté ese servicio», soslayando que el servicio que brinda una escuela es la educación, la cual temporalmente es virtual; mas en el futuro será nuevamente presencial e incluirá las horas perdidas. En síntesis, pagan por la educación virtual que sus hijos recibirán en el periodo de crisis y también por las clases presenciales, que por disposición del MINEDU serán recuperadas a lo largo del año lectivo.
Asimismo, debemos de agregarle la morosidad. Los padres de familia amparándose en una norma previa, la cual dispone que los alumnos deben recibir el servicio educativo hayan o no pagado su pensión han vuelto sistemáticas las moras. Esto, porque los padres pueden optar por pagar la primera pensión (marzo) hasta febrero del siguiente año, al darse el siguiente pago de matrícula. Imagínense con esta crisis lo fácil que será no pagar pensiones y atacar así al sistema educativo privado.
En paralelo a los padres de familia aparecen representantes de la Asociación Peruana de Consumidores y Usuarios (Aspec) y el INDECOPI promoviendo despidos del personal de limpieza, auxiliares y mantenimiento para reducir costos: «no gastarán dinero para pagar auxiliares, electricidad, agua, mantenimiento de instalaciones», señala Crisólogo Cáceres, director del Aspec. Me permito catalogar de nefasta esta postura.
Y como era de esperarse empiezan los padres a sindicarse. A inicios de abril, un conjunto de padres abre en Facebook la Asociación Nacional de Padres de Familia (ANAPEF), la cual se autodescribe como «una causa justa, una que resguarde a los niños, una que respalda su salud, que busca solidaridad pero que sobre todo genere unión»; más la unión y el resguardo a los niños consiste en reducir al máximo el pago de pensiones, sino en anularlas. Así, la unión que pregonan, alejada de ser realmente en pro de la educación se vuelve un ataque contra los educadores.
En estos tiempos de crisis, hemos de comprender que lo más importante es que todos pierdan lo menos posible. Pidiendo que los colegios privados no perciban ingresos, solo perdemos todos y mucho, porque en el mediano plazo se podría traducir en privarle a educación a los infantes, niños y jóvenes, al no haber más una oferta educativa particular.