Imágenes desgarradoras inundan los medios televisivos, cifras exorbitantes de infectados y fallecidos parecen no tener fin alrededor del mundo, mientras tanto las medidas de contención no son suficientes para detener la pandemia. Indudablemente existe un consenso universal en desear el cese de la coyuntura, y que, ante la crisis sin precedentes, no existe receta perfecta para acabar con ella. Sin embargo, el tiempo juega en nuestra contra, y algunas de las medidas adoptadas hasta la fecha podrían no ser viables en el mediano plazo y peor aún en el largo plazo.
Ex ante, la condición de informalidad constituía un problema estructural del país que hoy por hoy nos muestra su rostro más desagradable al multiplicar los efectos negativos sobre la economía. Los hogares que pertenecen a aquel grupo engloban a más de 12’400,000 peruanos, que han pasado de ser vulnerables a constituir una población con dificultad para alimentar a sus familias, las cuales no podrán percibir eternamente la ayuda del Estado. Además, están los trabajadores del sector formal, que a pesar de contar con ciertos respaldos de liquidez como los retiros de AFP y CTS, pasan por momentos de incertidumbre al no conocer su futuro laboral, algunas empresas ya han iniciado despidos y reducciones de sueldo.
Ante todo, la reacción del Estado ha sido elogiada en diversos medios internacionales para frenar el avance del Covid-19, no hay dudas que se salvarán muchas vidas, con la lamentable pérdida de otras. Pero mientras más tiempo transcurra sin hallarse una solución sostenible para la economía en el mediano plazo, hasta la llegada de una vacuna, las consecuencias en el largo plazo cobrarán mayor persistencia y lo que es peor aún, será más complicado retomar la rienda del crecimiento. Como dice un informe del MIT publicado el día de hoy, el coste real será asumido por los más pobres y los más débiles. Por lo tanto, es necesario ir más allá de las medidas de reactivación económica planteadas por el ejecutivo, resaltar las virtudes de los planes extranjeros que han funcionado e imitarlas acorde a nuestras posibilidades y sino, trabajar en expandirlas.
Entonces, ¿Hasta que punto es saludable para la economía y las familias el prolongamiento de la cuarentena? Y, ¿Podemos frenar el avance de la pandemia, sin menguar nuestro sistema productivo? Existen algunos países que lo están logrando en cierta medida.
El caso más cercano es nuestro vecino del sur. Según un artículo publicado por la BBC, Chile tiene una de las tasas de mortalidad más bajas de la región, al día de hoy se encuentra en un 1.05%. A diferencia de otros países, Chile no ha decretado la cuarentena general, ha impuesto la cuarenta únicamente en zonas estratégicas en constante evaluación, cuando el número de contagiados asciende en ellos. Un punto clave es que, desde la aparición del primer caso, 3 de marzo, se hizo hincapié en la toma de prueba masivas y hasta hace menos de dos semanas era uno de los países con mayor número de pruebas per cápita en la región. De acuerdo con un informe realizado por JP Morgan, «si la estrategia chilena continúa mostrando resultados positivos, esto podría terminar implicando una interrupción más corta de la economía en comparación con otros países…».
Otro país que ha llevado a cabo medidas que han surtido efecto es Alemania. Como una medida referencial, el virus llegó antes al país Bávaro que a Italia y teniendo una población mayor, tiene casi 10 veces menos muertos. Ellos se prepararon con anticipación a la llegada del virus implementándose con los equipos necesarios para la detección temprana, incluido el test, lo cual permitió las pruebas masivas. Hasta hace 3 días ya habían superado el millón y siguen en continuo aumento. Además, se viene realizando una exhaustiva investigación para localizar a los posibles portadores y aislarlos.
Otra nación que destaca por el manejo de la situación es Singapur, país que en ningún momento ha abrumado su sistema de salud. Las acciones clave del país asiático fueron: controles de salud en los aeropuertos, pruebas exhaustivas y arduo trabajo en la localización de las personas que hayan tenido un posible contacto con algún caso confirmado para proceder a confinarlos en sus hogares. De hecho, una división especial del Ministerio de Salud se encarga constantemente de rastrearlos.
No menos resaltante es el caso de Taiwán, que a pesar de su cercanía con China y llevar 3 meses combatiendo la pandemia en su territorio, ha confirmado a la fecha 385 casos y 6 muertos, y estos números sin haber implantado ninguna medida de aislamiento general. Según un artículo del Journal of the American Medical Association aprendieron de los estragos que dejó el SARS en su nación y crearon un comando central para el control de epidemias que viene funcionando desde el 2003. El mismo que tomó medidas de contención rápida y aislamiento. Así fue como se restringieron vuelos provenientes de China y se implantaron medidas estrictas de cuarentena para los viajeros. Al igual que los otros países citados, mantienen un constante seguimiento de las posibles cadenas de infección.
Sin una vacuna aún, no conocemos el balance ideal entre medidas sanitarias y económicas para frenar el avance de la pandemia y que al mismo tiempo no paralice la producción global. La pluralidad de características económicas y demográficas de los países pueden influenciar en soluciones divergentes. Pero los resultados obtenidos hasta el momento por los países mencionados podrían estar señalizando el camino a seguir. Solamente el tiempo nos dirá que tan eficaces fueron las medidas que cada país tomó por cuenta propia. Lo importante es que nos mantengamos unidos como sociedad en la búsqueda conjunta de una solución que aminore cuanto antes y en el largo plazo los efectos del virus.