En la actualidad, el modelo de producción y consumo que domina desde la revolución industrial se basa en el uso de recursos naturales que se suponen abundantes y en un esquema lineal que considera las fases de extracción de materias primas, producción, consumo y generación de residuos. Este modelo de desarrollo ha permitido acelerar el «progreso» y el acceso a una cierta prosperidad material a miles de millones de personas en todo el mundo.
Sin embargo, el fundamento de ese modelo lineal está encontrando sus límites frente a los desafíos ambientales y al crecimiento de la población mundial que se espera que aumente en 2 000 millones de personas en los próximos 30 años, pasando de los 7 700 millones actuales a los 9 700 millones en el año 2050, pudiendo llegar a cerca de 11 000 millones para el año 2100[1]. Por su parte, la extracción de recursos naturales ya supera la biocapacidad del planeta, es decir, su capacidad para regenerar recursos renovables, proporcionar recursos no renovables y absorber residuos. Según cifras brindadas por el Global Footprint Network[2], necesitamos 1,75 planetas para satisfacer nuestras necesidades. Al ritmo que llevamos, y si no tomamos acción, es probable que en algún momento tengamos problemas para acceder a recursos naturales y materias primas.
Debe señalarse que la toma de conciencia colectiva ha permitido emprender iniciativas de reducción de los impactos ambientales lo que se considera como un primer paso indispensable para revertir la tendencia. No obstante, reducir el impacto del modelo de desarrollo actual sólo nos hará ganar un poco de tiempo. Es indispensable abordar un enfoque más ambicioso. En ese sentido, la economía circular nos puede ayudar en el objetivo de pasar de un modelo de reducción de impactos a uno de creación de valor, que puede resultar positivo en el plano social, económico y ambiental.
Dentro de ese orden de ideas, la transición a la economía circular requiere progresos en distintos ámbitos. Podemos mencionar al diseño circular, la ecología industrial y territorial, el consumo responsable, la economía de la funcionalidad, la prolongación del tiempo de vida de los productos y la prevención y mejora de la gestión de residuos. Dentro de estos aspectos, subrayaré a la economía de la funcionalidad, es decir, privilegiar el uso a la posesión, vender un servicio en lugar de un bien.
Bajo ese enfoque, ¿Y si alquilar fuese más interesante que comprar? Por ejemplo, ¿te imaginas que exista un servicio de alquiler de bicicletas por uno o varios meses? o ¿qué puedas alquilar lavadoras en lugar de comprarlas? Si entramos en una dinámica de uso de productos alquilados en lugar de comprarlos para convertirnos en propietarios, entraríamos en una dinámica que sería beneficiosa para todas las partes interesadas. Cuanto más sostenibles sean los productos, es decir, con garantías de respeto al ambiente y de larga vida, más tiempo se podrán alquilar. Así, la rentabilidad económica aumentará en comparación con una venta. Esta rentabilidad se compartirá con los clientes reduciendo el precio de los alquileres y/o de los servicios.
Se trata de dar un giro y cambiar de paradigma. Podría ser una fórmula mágica: producir ecológicamente, productos de buena calidad y contar con precios bajos. Cambiar el modelo de venta de productos a uno de alquiler, que cuando ya no se necesite algo se pueda devolver, puede ser muy atractivo.
Este concepto, que puede sonar muy lejano en nuestro país, ya tiene casos exitosos en el mundo. Por ejemplo, tenemos a la empresa holandesa Bundles[3] donde los clientes pueden alquilar una lavadora, llevarla a su domicilio y pagar por mes de uso o por el número de lavados al mes. El precio incluye el mantenimiento del equipo de manera regular. Una vez que ya no la necesitan, devuelven la lavadora para que se alquile a otro cliente. La empresa, al ser propietaria de la lavadora, la diseña de manera modular para que sus piezas sean fáciles de desmontar y cambiar. Con ello, se alarga el tiempo de vida útil y se generan menos residuos.
En igual forma, en los Ateliers de la rue Voot en Woluwe-Saint-Lambert (Bélgica), el proyecto “Una bicicleta por 10 años”[4] permite a los niños y a sus padres firmar un contrato de alquiler a largo plazo. Por 120 euros como tarifa única, pueden cambiar de bicicleta tan pronto como la que tengan se vuelva pequeña para el niño. Todas las bicicletas son de segunda mano y reciben mantenimiento entre cada alquiler. También es una oportunidad para que los niños comprendan mejor el funcionamiento de su vehículo acompañados de un profesional. Esto permite que los niños entiendan que no es solo un objeto para divertirse, sino que la bicicleta es ante todo un medio de transporte y se le sensibiliza a ello.
El futuro es prometedor, no hay duda de ello. La ambición de sustituir productos “lineales” por otros de tipo “circular” que creen sistemas de logística inversa representarían un incentivo eficaz para la innovación. En lo esencial, una economía innovadora que favorecería el avance tecnológico y la eficiencia en el uso de los recursos requiere desarrollar una capacidad de análisis global, sistémico, transversal y multicriterio con todos los actores de la sociedad. Ese es el desafío que tenemos ante nosotros: ¡repensar el progreso!
[1] https://www.un.org/es/sections/issues-depth/population/index.html
[2] https://www.overshootday.org/about/
[3] https://bundles.nl/en/washing-machine-rental/
[4] https://voot.be/projet/un-velo-pour-10-ans/