Habiendo ya superado los 45 días de la cuarentena, en una Lima soleada y con un cielo muy azul, es inevitable no sentirse asombrado ante todo lo que esta pasando. Todo empezó como una crisis sanitaria pero rápidamente se convirtió en una crisis social y económica que llevó a millones de personas al confinamiento en casi todo el planeta. Algo inimaginable hasta hace algunas semanas.
Por una parte, una pregunta que todos debemos hacernos es la de saber si la pandemia de la Covid-19 pudo ser evitada. Para responderla, es conveniente destacar que el riesgo de una pandemia de gran magnitud ha estado presente en varios documentos prospectivos del Servicio de Inteligencia de los Estados Unidos y en los Libros Blancos del Departamento de Defensa de Francia durante los últimos 15 años. Muchos de los detalles que allí se narran recuerdan mucho a la situación actual.
Así, un informe del National Intelligence Committee del año 2008, mencionaba el riesgo de una «enfermedad respiratoria virulenta, nueva y muy contagiosa para la que no habría tratamiento».
Se evocaba una posible pandemia basada en «agentes patógenos, como el coronavirus del SRAS», con una aparición en «una zona de alta densidad de población, de gran proximidad entre humanos y animales, como existe en China y en el sudeste asiático».
Se mencionaba también a «viajeros con pocos o ningún síntoma» que «podrían transportar el virus a otros continentes”. Hay que hacer notar que la precisión de los posibles hechos descritos en este informe es bastante sorprendente.
Además, no se trata del único virus susceptible de cruzar la barrera de las especies que ha afectado al ser humano en las últimas décadas. Resulta claro que no es inútil preguntarse ¿por qué la comunidad internacional no se ha preparado bien para ello? y ¿cómo podrá prepararse para el futuro?. Está claro que el SARS-CoV-2 no será el último de su especie.
Ahora bien, para prepararnos para el futuro debemos evaluar las consecuencias de esta pandemia evitando sacar conclusiones demasiado precipitadas, teniendo en cuenta que esta crisis aun esta rodeada de incertidumbre sobre lo que se viene en el futuro inmediato. Es por eso que, teniendo presente que en la historia de las sociedades humanas las grandes crisis son generalmente aceleradores de tendencias, debemos identificar cómo la Covid-19 puede acelerar dinámicas de procesos que ya están en marcha.
En particular, en el tema ambiental, está claro que no podemos repetir el error de 2009, en el que después de haber registrado una disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero el crecimiento de estas mismas emisiones volvió a aumentar, como si nada hubiera pasado. Este escenario, no debe repetirse. Seamos conscientes de que el origen de la epidemia está en la actividad humana indiscriminada: la deforestación, la pérdida de hábitat natural de los animales silvestres, la reducción de la biodiversidad, la sobreexplotación de los recursos y la urbanización indiscriminada que pone a las especies silvestres en contacto con poblaciones humanas muy densas.
En resumidas cuentas, estamos sobrecargando nuestros ecosistemas, nuestro ambiente y estamos afectando su capacidad de resiliencia. Por ello, es imperativo que la lucha por la conservación de la biodiversidad se integre más que nunca como un componente importante de la lucha contra el cambio climático respondiendo también a las necesidades de desarrollo socio-económico de las poblaciones locales.
Por otro lado, los desequilibrios económicos, sociales y ambientales que se han multiplicado en las últimas décadas resultan insostenibles. El crecimiento económico que se consigue en detrimento de nuestro planeta es indefendible. En tal sentido, para lograr una reducción sostenible de las emisiones de gases de efecto invernadero, es preciso revisar el funcionamiento económico de nuestras sociedades.
En relación a la problemática expuesta, el Perú debe iniciar una reflexión sobre este tema, rompiendo la lógica que nos impide tener, a propósito de algunos temas, una visión estratégica de conjunto. El desafío consiste en satisfacer las necesidades de todas y todos con los recursos que nuestro planeta nos provee. Desvincular el uso de los recursos naturales y los impactos ambientales negativos de la actividad económica es esencial para asegurarnos un futuro sostenible.
En definitiva, esta es una gran oportunidad para preparar nuestro futuro, sentar alrededor de la mesa al gobierno, al sector privado, a la sociedad civil e iniciar una transición ecológica para que nuestra economía y nuestro bienestar crezcan de la mano. Esta transición ecológica debe basarse en el uso eficiente de los recursos, la protección de nuestra biodiversidad, la aplicación de medidas urgentes para frenar el cambio climático, la adopción de nuevos estilos de vida y el cambio de patrones de producción y consumo.