Los conflictos sociales han sido resultado de un fenómeno de insatisfacción que se avizoraba desde lejos. El COVID-19 no solo afecta la salud física de las personas. Las medidas adoptadas por el gobierno vinculadas al aislamiento, distanciamiento, limitación de algunas libertades y la desaceleración económica afectan también a la salud mental de las personas.
No hay duda de que se están generando tensiones a todo nivel, desde las tensiones generadas en el hogar hasta la tensión generada por la exigencia de comunidades locales para que el Estado intervenga a empresas mineras por el COVID-19. Existen tensiones entre padres de familia y colegios de sus hijos por la reducción de pensiones, hasta trabajadores de construcción civil protestando porque han perdido su empleo y enfermeras (las héroes de la pandemia) protestando para lograr mejores condiciones de trabajo.
A la crisis sanitaria le prosigue la crisis económica. Algunos imaginan situaciones en que la desesperación de las personas desembocará en saqueos y un incremento de la criminalidad. Ya vemos caravanas de caminantes, desplazados internos, que buscan regresar a sus lugares de origen para estar mejor de lo que están en la ciudad. Por otro lado, las comunidades manifiestan estar preocupadas de quienes retornan a sus localidades de origen puedan transportar el virus y traer la enfermedad a zonas que han estado a salvo por su propia decisión de exclusión y aislamiento.
Ciertas comunidades en zonas donde se desarrollan actividades de mediana y gran minería están solicitando apoyo a las empresas mineras. Hace unos días, en el programa Rumbo Minero TV, Miguel Cardozo, Director del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú, afirmo que en las mineras se tienen “altos estándares de control sanitario en la huella operativa de las empresas y estas deben extenderse para ofrecer apoyo y cuidar a las comunidades poblaciones del entorno minero”. Sin embargo, algunas comunidades no reciben ni siquiera respuesta a sus pedidos de ayuda y la falta de respuesta puede sentirse como un “soy excluido ignorado o mirado con desprecio”. En consecuencia, puede tensar aún más las relaciones y activar conflictos. Si la necesidad de afiliación (sentido de pertenencia) y la necesidad de sentirse apreciado no es bien abordada se pueden generar conflictos. Ello, en el marco de la salud, ¿Qué pasara cuando la crisis económica genere hambre?
Es conocido que uno de los motores de la economía en el Perú es la minería y deberá jugar un rol determinante para reactivar la economía. Se podría pretender excusarse en el aislamiento o el distanciamiento social para limitar derechos de comunidades locales para agilizar la actividad minera. Sin embargo, incluso frente a situaciones de aislamiento o distanciamiento, la tecnología puede ayudar a dar voz a los no escuchados. La facilitación digital es una oportunidad para facilitar entendimiento y construir acuerdos. Si nos referimos a la minería también debemos referirnos a la minería de pequeña escala y la minería artesanal. La cual está vinculada al proceso de formalización de la pequeña minería. Recientemente, Victor Gobitz, Presidente del Instituto de Ingenieros de Minas del Perú, durante una entrevista, afirmó que “el gremio profesional como el IIMP tiene que comprometerse a ayudar a generar conocimiento, a generar hoja de ruta para llegar a una solución de formalizar». La diferenciación del momento para el comienzo de la actividad minera, gran minería pronto y pequeña minería de forma posterior, puede generar conflictividad.
Los problemas, retos y desafíos complejos no pueden resolverse únicamente con un enfoque legal, los asuntos complejos deben abordarse con una mirada más profunda para entender las necesidades, preocupaciones y aspiraciones de los involucrados. Solo el dialogo abierto puede resolver diferencias y conflictos respecto a asunto complejos. Tenemos la oportunidad de salir de esta pandemia juntos y reactivar la economía, pero para ello debemos de ser capaces de tener diálogos para equilibrar la salud, el cuidado de la vida y la reactivación económica. No solo necesitamos la intensión y la buena voluntad de hacerlo, sino que también debemos cambiar paradigmas para generar valor y fortalecer nuestras capacidades para gestionar, resolver y transformar conflictos.