La crisis sanitaria y económica ha perpetrado intempestivamente en el hogar, el mercado laboral y la economía del país. El efecto que ha tenido sobre la dinámica de nuestro entorno, nuestra forma de vivir y cómo nos relacionamos no tiene precedentes y probablemente marque un antes y un después en la época contemporánea. Pero ¿cuánto tiempo repercutirán ellos?, ¿es posible aplacar los efectos venideros?, o por el contrario, ¿tomaremos medidas que nos lleven por una senda de complicadas consecuencias en el futuro?
Y en aquella línea de abrir un espacio a un tema que atañe a nuestra sociedad venidera, es importante mencionar la desconcertante escasez de visión de largo plazo que ha invadido a la Comisión de Defensa del Consumidor del Congreso. La falta de objetividad, visión y estrategia, causarán los costos derivados de sus desaciertos, que asumiremos todos los ciudadanos en los próximos años. Y, si son estructuralmente perjudiciales, como los intervencionismos populistas a la dinámica del mercado, podríamos estar asumiendo una enorme deuda con nuestros hijos y su descendencia.
De este modo, uno de los principales canales que nos conecta con el futuro, es la gestión de los fondos de pensiones. El Sistema Nacional de Pensiones (SNP), desde su nacimiento, ha tenido una deficiencia profunda en la administración sus fondos. El valor presente de los activos requeridos para cubrir las pensiones de la población que hoy labora supera los S/190 mil millones. Lo real es que solo llega a S/42 mil millones, aproximadamente un déficit de 78%, actualmente cubierto por desembolsos del tesoro público . Y aunque se llegara al monto, las pensiones en el sistema que provee el Estado apenas rozan los S/586 en promedio, con una rigidez que si cumples 19 años con 11 meses de arduo trabajo y periódico aporte, se te imposibilita de recibir pensión. Mientras que, por el lado del sistema privado de pensiones (SPP), la media del cobro se ubica en S/1037 mensuales.
En medio de toda crisis brotarán medidas apresuradas, pero no podemos considerarlas sin antes tener un fundamento sólido en gestión pública, que no comprometa costosamente el futuro. La reforma del sistema de pensiones no puede confluir con un ataque a los fondos que pretende liquidar intempestivamente, que por las fuerzas del mercado naturalmente se recuperarán y crecerán en los años venideros. La propuesta de permitir retirar el 100% de los fondos no solamente se traduce en la desvalorización de los activos invertidos de las personas que permanezcan dentro, sino en la destrucción de la liquidez que la persona jubilada se podrá permitir gozar luego de tantos años de trabajo y aporte.
A su vez, el impacto es persistente. Una de las amenazas que esta medida materializará es un serio problema fiscal, creciente y paralelo al cambio de la estructura poblacional. Según una investigación de la Universidad del Pacífico, realizada en 2014, la tasa de dependencia se elevará de 10% a 23% en el 2050. Con lo cual, tendremos menos aportantes a las arcas del Estado y egresos sustancialmente mayores. Con ello no existirá espacio fiscal para la clase de medidas como las que se están tomando. Mientras tanto, las personas que con tanto esfuerzo trabajaron, pagarán la comisión económica y social generada por quienes retiraron sus fondos hoy.
Cabe agregar que vivimos en un sistema donde solo el 38% de la población peruana tiene una cuenta bancaria y únicamente el 26% es formal, este año pasaría a ser sólo 20%. Hay mucho espacio para crecer, pero la información sobre los beneficios financieros, cómo se logran, los instrumentos que utilizan, su accesibilidad y el entendimiento de su intangibilidad, no son de conocimiento general para el ciudadano que aún no accede al servicio. El sector financiero no va a alcanzar su potencialidad máxima si no se acerca más a la población, por más que el sistema sea rentable, seguro y competitivo.
La visión impopular de las AFP en el país transcurre así por un océano tormentoso de falta de información financiera correctamente entregada por medio del lenguaje común y sin una figura cercana que guíe y prevenga la imposición ideológica de sus opositores. La falencia claramente no transcurre por los réditos generados a sus contribuyentes, evidenciada en la superioridad de las pensiones, dentro de la que dos tercios son utilidades y no aportes. Se necesita mayor educación financiera, accesible y constantemente difundida. Una mayor participación de las AFP en ese sentido podrían ahorrarle los costos derivados de la interacción entre un legislativo populista y una población desesperada.
Lamentablemente siempre existirá la bandera de la demagogia, flameada por aquellos que capitalicen el poder sobre las masas y creen un sentimiento de animadversión hacia alguien a quien culpar. Hay quienes señalan a un sistema de pensiones que genera grandes réditos a sus contribuyentes, colegios privados que han brindado educación de calidad y a precios competitivos, clínicas que han abierto sus puertas. Espero que aquellos ánimos de confrontación de aquellos que quieren “pintarse la cara con pintura de guerra” se direccionen hacia el real enemigo que tenemos hoy, que ataca la salud y el bolsillo de todos los peruanos. Y que además, haya la suficiente iniciativa y conciencia social para no resquebrajar a nuestra sociedad y sistema.