Se nos fue Benedicto XVI, el pontífice alemán cuya abdicación sacudió al mundo entero, aquella mañana del 11 de febrero de 2013. En medio de una audiencia junto a la curia romana, Joseph Ratzinger anunciaba en latín, la lengua oficial de la Iglesia católica, su dimisión a la silla de Pedro desde el 28 de febrero de 2013: «Luego de haberlo meditado con el Señor… ya no cuento con las fuerzas suficientes para seguir conduciendo la gran barca del apóstol Pedro».
Sin uno de los periodistas presentes con el conocimiento de la «lengua de las madres»; nadie de los presentes a excepción de los cardenales, hubiese comprendido lo dicho por Benedicto XVI. Una noticia que paralizó al mundo y que puso a la Iglesia en los ojos del mundo, para conocer el motivo de la renuncia de Ratzinger.
Graves y censurables denuncias de pedofilia por parte de sacerdotes y religiosos, corrupción en el Banco Vaticano, inmoralidad en algunos altos mandos del Vaticano y hasta un posible plan para asesinar a Benedicto XVI, circularon por todos los medios de comunicación. Enlodando la figura de la Iglesia, pero con la llegada de Francisco y hasta la actualidad se han ido limpiando y dando nuevos aires en el Vaticano.
Benedicto XVI fue electo papa a los 78 años de edad, quizás una edad avanzada, que solo le permitió tener 8 años de pontificado. Muchos señalan que su papado fue la continuación del ahora santo Juan Pablo II. Su pontificado se centró en mantener la tradición de la Iglesia e inculcar la importancia de la fe. El aprendizaje de la Biblia y la preservación y el amor por la litúrgica que es el mejor marketing que tiene la Iglesia y que invita a una sola comunión de los cristianos. Benedicto XVI hacia mucho énfasis en que los católicos debían dar un valor primordial a la Eucaristía y la Escritura, como los caminos claves que llevan a Jesucristo.
Su postura sobre la fe y la razón, que deben ser iguales a la separación entre la Iglesia y Estado. A pesar de que ambas caminen separadas, estas deben mirarse y escucharse siempre la una al otro. Lo cual invita a una «laicidad positiva», que implica una neutralidad y diálogo que nunca desencadene a la oposición y la polémica entre las partes. Finalmente, su lucha constante contra el relativismo moderno, que poco a poco hace olvidar a los cristianos de Dios, atacando las tradiciones y raíces cristianas, relativizando todo, pues para el relativismo es la Iglesia Católica su enemiga más acérrima.
Vale la pena recordar que ni bien Ratzinger llegó a convertirse en papa, asumió de forma silenciosa la lucha contra los escándalos de pedofilia que ya venía enfrentado desde que era el Cardenal Prefecto para la Doctrina de la Fe, como el famoso caso del nefasto Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y que Benedicto lo obligó a vivir alejado de toda persona en Roma hasta su muerte en 2008. Hasta nuestros días todos se preguntan por qué el papa Wojtyla lo protegió tanto, a pesar de las sonadas denuncias que el entonces cardenal Ratzinger tenía en su despacho.
Benedicto XVI será recordado por su grande y erudita teología donde él invita a todos los cristianos a vivir en verdad y amor; fe y razón; verdad y libertad, tal como lo describe en sus encíclicas: «Caritas in Veritatis», «Spe Salvi» y «Deus caritas est». Sus grandes libros como «Jesús de Nazaret», «Imágenes de la esperanza», «Y Dios se hizo hombre», «Meditar con los doce apóstoles», «Ser cristiano en la era neopagana»; son un gran tesoro y aporte para el alimento espiritual de la Iglesia. Así como «Mi vida: Autobiografía», obra que publicó tras su renuncia y donde él cuenta en primera persona toda su infancia en Alemania hasta que llegó a ser obispo en Múnich.
«El simple y humilde trabajador del la viña del Señor», tal como lo dijo él mismo aquella tarde del 19 de abril 2005, cuando salió por primera vez en el balcón de la logia de San Pedro. Personalmente, no tuve la suerte de conocerlo y saludarlo en persona, pero sí pude verlo alguna vez entrando al monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano, donde pude percibir la ternura de Dios reflejada en su expresión tan tranquila y resignada esperando el llamado del Padre Eterno. El mundo te recordará como el papa de la fe y la razón. El papa de la humildad, la oración y de la teología. Así como su amor por la música clásica y pasión por los gatos. Hasta siempre querido Benedicto XVI.