A menos de una semana de la expectoración de Zeballos del gabinete y de su tan pintoresca como confundida comparsa de miopes crónicos, el río comenzó a hacer ruido, y no precisamente por aplausos de reconocimiento. Sin embargo, él no ha sido el único -ni último- protagonista de esta interminable gesta invertida: Elmer Cáceres Llica, gobernador regional de Arequipa, hizo lo propio para conseguir, una vez más, ser el centro de atención.
El pasado domingo 19, los peruanos pudimos comprobar, como dijo Andrés Romaña, que en Arequipa no solo no faltó dinero, sino que sobró ineptitud. La mezquindad de Cáceres Llica, quien habría prohibido que los hospitales reciban balones de oxígeno donados por parte de la empresa minera Southern, es un claro ejemplo de ello. Por supuesto, este comportamiento era esperable de un antiminero obstruccionista y antiprogreso como es aquel personaje: desde la subversión y engaño a los pobladores del Valle del Tambo en contra del proyecto Tía María, ello era esperable.
En efecto, si a dicho gobernador le interesaba más crear odio a la empresa e inversión privada, obviando los beneficios que ellas generarían, era bastante previsible que aquello seguiría pesando más que la salud de los arequipeños, condenados a sobrevivir a su gestión. La vida y felicidad de nuestros compatriotas pasaría a un segundo plano con tal de satisfacer el capricho del burócrata. Implementar los protocolos para enfrentar la pandemia sufriría la misma suerte.
Pero, al igual que la creatividad burocrática no es patrimonio nacional, la desidia del funcionariado tampoco es un fenómeno geográfico. Kilómetros más al norte, Vicente Zeballos hizo de las suyas sin mayor reparo. El pasado 22 de mayo, Southern ofreció donar 20 mil litros semanales de oxígeno a la PCM. Zeballos, alegre promotor de impuestos a la riqueza y control de precios, optó por el camino -como era de esperarse- burocrático. Así, dos meses de papeleo pasaron hasta que procedió la donación. Es decir, casi 171 mil litros de oxígeno se dejaron de recibir por burocracia.
En defensa de su predecesor, Pedro Cateriano, flamante presidente del Consejo de Ministros, indicó que no habría sido la mala voluntad del otrora ministro de justicia, sino un estricto seguimiento del procedimiento. Bueno, aquí hay, en el mejor de los casos, un grave problema: si la causa fue estrictamente el procedimiento, debemos concluir que la burocracia mata. Literalmente. Si el motor fue, por otra parte, la dejadez del expremier… la respuesta no será muy distinta.
Por suerte, la salida no es tan difícil de hallar como se pensaría. Tanto el gobierno, en uno de sus poco frecuentes espasmos de lucidez, como el Congreso, contagiado por este, buscaron una solución que, si bien no será la única, deberá tomarse en cuenta. Reducir el porcentaje de concentración de oxígeno medicinal del 99% al 93% facultará a un aumento de la oferta. Es decir, se venderá más y más personas se verán beneficiadas. El oxígeno, claro, es un problema que debe resolverse pronto.
Sin embargo, no debemos perder de vista nuestro principal inconveniente. La burocracia, sin dudas, es crítica y tóxica tanto para la empresa privada como para los peruanos general. Pero, peor aún es la burocracia infestada por las nocivas y destructivas ideas características de la izquierda. Totalitaria, represiva y con complejo de omnipotencia. La nefasta fórmula socialista es, innegablemente, la verdadera pandemia que los humanos enfrentamos.