El pasado sábado, el mundo se despertó ante una de las noticias más insólitas que se pudiesen imaginar. La Federación Rusa, bajo el liderazgo del hombre fuerte Vladimir Putin, se encontraba bajo un intento de golpe de Estado. El infame grupo Wagner, liderado por el otrora hombre de confianza de Putin, Yevgeny Prigozhin, se declaró en rebelión tras acusar al ministro de defensa ruso, Serguéi Shoigú, de haber abandonado a los soldados de Wagner en la guerra en Ucrania.
Wagner, el mismo día, logró tomar la ciudad de Rostoy on Don, cercana a la costa del Mar Negro, y avanzar hacia el norte. Con esto, ponía a la capital, Moscú, bajo enorme presión. Putin huyó hacia San Petesburgo y, mientras caía la tarde en Europa, la invasión parecía inminente. Sin embargo, la tardía intervención de Alexander Lukashenko, presidente de Bielorussia y aliado cercanísimo de Vladimir Putin, detuvo lo que pudo haber sido el inicio de una noche violenta.
El grupo Wagner: El actor principal
Fundado en 2014, el grupo Wagner ha sido parte fundamental de las actividades militares rusas en distintas partes del mundo en la última década. Si bien recibe apoyo y financiamiento del Estado ruso, es en la práctica una institución privada y, por ende, autónoma de las fuerzas armadas rusas, asentándose así como, quizá, la fuerza paramilitar más poderosa del mundo.
El líder del grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin, ha sido desde entonces un aliado cercano al presidente Putin. Por ende, llevaba a la idea de que el grupo Wagner serviría como una herramienta de poder duro o, incluso, como la fuerza militar personal de Putin. De esta forma, Wagner ha contado con presencia no solo en la guerra en Ucrania y su antecesora, la guerra del Donbass, sino también en Siria y la África Subsahariana, siempre siendo acusado de violaciones de derechos humanos. Sin embargo, al ser una fuerza paramilitar independiente, Rusia no precisa de hacerse responsable por estas.
En el actual conflicto en Ucrania, Prigozhin y Wagner se propusieron servir como un símbolo anti-establishment en Rusia, criticando a la administración de defensa rusa e, incluso, atreviendose a llevar acabo misiones descritas por el New York Times como «el trabajo sucio de Putin«. La relación de Wagner con el resto de la administración militar rusa empezó a deteriorarse durante la batalla en Bakhmut. Aquella vez, Prigozhin acusó al ministerio de defensa de proveer municiones inadecuadas para la batalla, resonsabilizandoles de la muerte de «decenas de miles» de soldados de Wagner. De acuerdo al calculo de la Secretaría de Estado de Estados Unidos, cerca de 10,000 soldados de Wagner fallecieron en dicha batalla.
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El golpe que no fue: La mañana
El anuncio del alza en armas contra las autoridades rusas sucedió de forma inverosimil. A través de canales ligados a Wagner, Prigozhin anunció la entrada en conflicto con el ministerio de defensa, al cual acusó de iniciar la guerra con Ucrania como un complot dirigido por intereses particulares de un «clan oligárquico«. Dicho esto, el líder del Grupo Wagner también invitó a la población a unirse al alzamiento contra el ministerio, mas nunca con mención directa a Vladimir Putin.
El líder ruso recién encontró espacio para pronunciarse contra el alzamiento el 24 de junio en la madrugada, calificando los hechos hasta entonces como una «traición«. Incluso ofreció seguridad a aquellos miembros de Wagner dispuestos a desertar el intento de golpe. Otro aliado de Putin, Ramzan Kadyrov, líder de la República de Chechenia, se alineó con Putin, anunciando la movilización de las milicias chechenas, conocidas como Kadyrovtsy, hacia el Rostov, corazón de la rebelión de Wagner.
Rostov on Don, el corazón del alzamiento
Pasadas las horas, el grupo Wagner logró hacerse en control de la ciudad de Rostoy, cercana al Mar Negro y a la frontera con Ucrania. Esto por ende, representó un golpe estratégico y simbólico, engrosando así la crisis en la cual Moscú se había despertado. Esto se habría logrado, en gran parte, por fuerzas de Wagner que abandonaron sus posiciones en la región ocupada de Donbass, no muy lejos de Rostov.
La toma de Rostov parece que ocurrió con poca o nula resistencia, llegando sin muchos problemas a la ciudad, donde no solo logró tomar control de los cuarteles regionales, ubicados en dicha ciudad, sino también establecer un perimetro minado y con diversos puntos de control. La ciudadanía, por su parte, pareció no seguir las instrucciones de permanencer en sus casas, siguiendo con su día a día. Incluso, aparentando un cierto apoyo al alzamiento, del mismo modo que esto fue facilitado provista la inacción aparente del Estado ruso de aplicar las «medidas anti-terroristas«, anunciadas por Putin ese mismo día en la mañana.
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El golpe que no fue: La tarde
Tras lograr capturar Rostov on Don sin aparente resistencia, las fuerzas del grupo Wagner abrieron rumbo hacia Moscú, alrededor de 1,000km hacia el norte. Dicha columna armada, comprometida no solo por fuerzas presentes en Rostoy, sino también por más soldados desertores provenientes de Ucrania, marchó hacia Moscú sin encontrar mucha resistencia en el camino a través de la autopista M-4. Durante esas horas, las vías de acceso a Moscú fueron cubiertas en trincheras, para así entorpecer el acceso de los rebeldes a la ciudad. Incluso, se llegó a rumorear que Vladimir Putin abandonó la ciudad, sin embargo, esa información es de dificil comfirmación. Paralelamente, las fuerzas provenientes de Chechenia fueron haciendo camino hacia Rostov con la intención de retomar la ciudad. Dado esto, decenas de miles de ciudadanos avasallaron las estaciones de tren, temerosos de un potencial econtronaso armado en Rostov entre Wagner y los Kadyrovtsy.
Sin embargo, hacia el inicio de la noche, apareció la figura de Alexander Lukashenko para servirle de salvavidas a su aliado Putin. Si bien el grupo Wagner no mostró intenciones de negociar un pare al alzamiento, en horas de la tarde, finalmente, habrían cedido. Si bien los detalles de dichas negociaciones no son claros aún, Lukashenko habría logrado «seguridad» para los alzados a cambio del fin de las hostilidades. Cerca de las 20:00 hora local, el acuerdo se consumó con un pronunciamiento por parte de Prigozhin a través de Telegram, argumentando que, para evitar el derramamiento de sangre, sus tropas volverían a sus cuarteles, así deteniendo su avance, a escasos 200km de Moscú.
¿Y ahora?
Un intento de golpe de Estado siempre es un elemento de interés global. Sin embargo, dicho interés se vuelve en expectiva e, incluso, preocupación cuando este sucede en un país clave en la balanza de poder global. Producto de lo que pareció inminente el pasado sábado, muchas teorías, incluso algunas conspiranoicas, han pasado a ocupar el rumor popular.
Por un lado, se insinuó quePrigozhin no buscaba poner en jaque a Moscú, sino solamente amagar un golpe de Estado para reclamar mejores condiciones en el conflicto en Ucrania para sus hombres. Esta teoría recobra validez dada la molestia mostrada por algunos miembros de Wagner cuando recibieron la orden de no seguir hacia Moscú, dando a entender que su direccionamiento estaba encausado hacia generar condiciones para una capitulación de Putin.
Sin embargo, también se presumió que este ataque aparente no fue más que un intento del propio Putin en relanzar su popularidad. Esto sería factible dado que, al Prigozhin acusar a la administración de defensa y al ministro de defensa ruso de la guerra en Ucrania, Putin encontraría en estos dos personajes chivos expiatorios para aligerar el desgaste de su imagen en función del conflicto en Ucrania. Así, también, resultaría airoso en su búsqueda de la relección para el 2024. Incluso, se presumió que para el mismo Prigozhin, la caída de Putin podría derivar en una disputa por el control de armas nucleares en Rusia. Esto naturalmente significaría entrar en riesgo de una catástrofe global.
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Putin, Wagner y el futuro de la guerra
Es dificil determinar el efecto que este evento (dificil de categorizar también) podría llegar a tener en Rusia y en la guerra en Ucrania. Por un lado, denota notorias falencias en una fragmentada Rusia, cada vez más sometida a la represión y llena de descontento. Por otro, fortalece, al menos por contraposición, la misión Ucraniana de expulsar a las fuerzas rusas de su territorio. También esta a la expectativa el futuro del grupo Wagner, dado el ahora conocido descontento entre sus fuerzas con el régimen ruso. Incluso, se abrió la posibilidad de que Wagner sea desmembrada y absorbida en el ministerio de defensa ruso. Sin embargo, parece, que, por ahora, este evento lleno de interrogantes no significará un cambio masivo en la balanza de poder rusa y, por ende, mundial.
Finalmente, si bastase añadir un elemento literario a esta bizarra historia, El 12 de Abril de 1945, la filarmónica de Berlín presentó, entre otras piezas, la inmolación de Brunilda, parte de «El ocaso de los Dioses», de Richard Wagner. Cuenta Albert Speer, arquitecto del régimen Nazi, que aquella noche se repartieron capsulas de cianuro entre los asistentes, ante la inminente caída de Berlín a manos de las galopantes fuerzas soviéticas. El alguna vez (aparentemente) inmortal Adolf Hitler se suicidó 18 días después.
El pasado sábado, no fue el ejército rojo el que se aproximó a una de las grandes capitales europeas, pero si fue una columna llamada en honor a Wagner la que puso en vilo a uno de los líderes más poderosos del mundo. Vladimir Putin, quizá, sintió el ocaso de su aparente inmortalidad aproximándose. Sin embargo, parece que, al menos en el futuro cercano, su liderazgo indudable en Rusia permanencerá vigente.