La incursión ucraniana en la región de Kursk, en territorio ruso, marca un punto de inflexión en el conflicto, evidenciando un cambio radical en la estrategia de Kyiv. Esta operación, ejecutada con precisión quirúrgica, permitió a Ucrania capturar aproximadamente 1,000 km² de territorio ruso en solo una semana, del 6 al 13 de agosto de 2024, un avance que supera significativamente los logros rusos tras meses de combates intensos en el este de Ucrania.
El siguiente mapa revela de manera clara el alcance y la magnitud de la ofensiva ucraniana en la región de Kursk. Las flechas que marcan la dirección del avance ucraniano, junto con las áreas sombreadas en gris, destacan la profundidad de esta incursión, subrayando el éxito de las fuerzas ucranianas en penetrar líneas defensivas críticas. A su vez, las líneas rojas que representan las fortificaciones rusas ponen de manifiesto los esfuerzos del ejército ruso que vienen siendo cuestionadas.
Inteligencia y logística: Claves de la ofensiva en Kursk
La fase preparatoria de la Operación Kursk comenzó en mayo de 2024, cuando Ucrania intensificó decisivamente sus operaciones de reconocimiento y recopilación de inteligencia en la estratégica región de Kursk. Según informes de defensa, Kyiv desplegó una combinación de drones Bayraktar TB2 y satélites ISR proporcionados por Estados Unidos para cartografiar meticulosamente las posiciones rusas. Estas actividades fueron complementadas por operaciones de reconocimiento profundo realizadas por unidades especiales desde principios de julio, lo que permitió identificar vulnerabilidades críticas en las defensas rusas, sentando las bases para la ofensiva.
En el ámbito logístico, Ucrania comenzó a trasladar tropas y equipos hacia la frontera con Rusia a finales de junio. Durante este período, Kyiv desplegó varios batallones de tanques Leopard 2A6 y vehículos de combate Bradley, suministrados por Alemania y EEUU, en posiciones estratégicas a lo largo de la frontera. Estos movimientos, realizados bajo un riguroso manto de operaciones de enmascaramiento y guerra electrónica, lograron evitar la detección por parte de las fuerzas rusas, permitiendo a Ucrania posicionarse favorablemente sin alertar al enemigo.
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El resurgir de Kyiv: ¿Una ofensiva sorpresiva?
La ofensiva comenzó en la madrugada del 6 de agosto de 2024, cuando Ucrania lanzó una serie de ataques de precisión utilizando sistemas HIMARS, que destruyeron nodos de comunicación y depósitos de municiones rusos en Kursk. Este bombardeo inicial, descrito en un informe del Institute for the Study of War (ISW), allanó el camino para una ofensiva terrestre en múltiples frentes, liderada por brigadas mecanizadas que avanzaron rápidamente a través de áreas rurales escasamente defendidas, sorprendiendo a las fuerzas rusas.
La artillería ucraniana, equipada con municiones Excalibur guiadas por GPS, desempeñó un papel crucial en la destrucción de posiciones fortificadas rusas, lo que permitió a las fuerzas mecanizadas avanzar con mínima resistencia. Además, la operación incluyó un despliegue significativo de capacidades de guerra electrónica que interrumpieron las comunicaciones rusas y desactivaron temporalmente sus sistemas de defensa aérea, asegurando así el éxito de la ofensiva en sus primeras etapas.
Resistencia y colapso de las fuerzas rusas
Las unidades rusas en Kursk, compuestas en su mayoría por fuerzas de defensa territorial y elementos de la Guardia Nacional, no estaban preparadas para enfrentar una ofensiva tan bien coordinada. Según un análisis del Centro de Estrategia y Defensa de Ucrania (CSDU), publicado el 12 de agosto de 2024, las fuerzas rusas en la región eran en gran parte inexpertas y estaban mal equipadas, lo que contribuyó a su rápida desintegración ante el avance ucraniano.
Además, la falta de apoyo aéreo efectivo fue un factor determinante. Según el mismo análisis del CSDU, los aviones de combate rusos, incluidos los Su-25 y Su-30, se enfrentaron a una defensa aérea ucraniana reforzada con sistemas NASAMS e IRIS-T, donados por aliados occidentales, lo que impidió cualquier intervención aérea significativa que pudiera haber cambiado el curso de la batalla.
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Consecuencias tácticas y estratégicas
La operación resultó en la destrucción o captura de más de 120 vehículos blindados rusos, incluidos tanques T-72B3 y BMP-3. Además, la inteligencia ucraniana reportó la eliminación de al menos 1,500 efectivos rusos durante la primera semana de combates. Un informe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania, fechado el 13 de agosto de 2024, confirmó que las fuerzas ucranianas también se apoderaron de grandes cantidades de municiones y equipos, incluidos sistemas de artillería Msta-S y lanzacohetes múltiples Grad.
Este éxito ha obligado a Moscú a desviar recursos críticos del frente oriental, donde Rusia había logrado avances lentos pero constantes en el Donbás. Un análisis publicado el 14 de agosto de 2024 por el ISW sugiere que la operación Kursk podría retrasar o incluso detener las operaciones ofensivas rusas en otras áreas clave, particularmente en Donetsk y Luhansk.
«Este es un golpe significativo para las fuerzas rusas, no solo por la pérdida territorial sino por el impacto psicológico y moral. […] Kyiv ha demostrado que no solo puede resistir, sino también contraatacar con efectividad».
— Michael Kofman, Director of the Russian Studies Program at the Center for Naval Analyses in Washington, D.C.
Moscú al descubierto: Una estrategia en descomposición
La incursión ucraniana en Kursk ha obligado a Rusia a redirigir recursos y atención, desviándolos de las líneas del frente en el este de Ucrania, donde Moscú había logrado avances, aunque a un alto costo. Durante los últimos meses, el Kremlin ha dependido de tácticas de desgaste, avanzando lentamente mediante bombardeos masivos y ataques de infantería en un terreno fuertemente fortificado por Ucrania. Sin embargo, la repentina vulnerabilidad en Kursk expone una grieta significativa en la estrategia rusa, obligando a Moscú a reevaluar su enfoque militar y a desviar tropas hacia la defensa del territorio nacional, algo que Putin y su círculo cercano habían asegurado que nunca sería necesario.
Antes de este revés, las fuerzas rusas se concentraban en operaciones de desgaste en el Donbás, especialmente en torno a las ciudades estratégicas de Pokrovsk, Chasiv Yar y Toretsk, en la región de Donetsk. Sin embargo, el avance ruso, que había acercado a las tropas a estas ciudades clave, ahora parece estancado.
«Cada kilómetro cuadrado perdido en territorio ruso es una herida profunda para la narrativa de invulnerabilidad que ha sostenido Putin desde el inicio de la invasión».
— Fiona Hill, Ex asistenta adjunta del presidente de EEUU (2017-2019)
Según un análisis de The Telegraph, Rusia tardó más de ocho meses en capturar aproximadamente 994 km² de territorio ucraniano, una cifra que resalta la ineficacia de la estrategia de Moscú frente a la reciente operación ucraniana. Durante este período, Rusia también ha sufrido bajas devastadoras, con fuentes militares ucranianas estimando más de 300,000 soldados rusos muertos o heridos desde el inicio de la invasión, de los cuales aproximadamente 60,000 ocurrieron en los últimos ocho meses.
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¿Qué sigue ahora?
A pesar de los intentos del Ministerio de Defensa ruso por minimizar la incursión ucraniana, calificándola como una «provocación temporal», la realidad es que Moscú se enfrenta a un dilema estratégico de gran envergadura. El ISW añade que «la velocidad y eficacia del avance ucraniano en Kursk ponen de manifiesto las graves deficiencias en la estructura de mando y control de las fuerzas rusas en la región».
La operación ha debilitado significativamente las líneas de suministro rusas en una de las regiones más disputadas del conflicto. Este ataque estratégico ha comprometido las rutas de comunicación terrestre cerca del frente, especialmente en los centros logísticos clave de Kursk y Belgorod. Rusia depende en gran medida de estos dos nodos, donde los suministros llegan por ferrocarril antes de ser transportados a las tropas en el frente. Con la seguridad de estos centros ahora en duda, Moscú podría verse obligada a utilizar centros secundarios como Oryol y Voronezh, complicando aún más sus operaciones logísticas.