Hace 1 año, Novak Djokovic veía un sueño frustrado: su impedimento de entrada a Australia. Su obstinada contra a la vacunación del Coronavirus le prohibía competir de uno de los Grand Slam más importantes de la temporada. Días después, ya deportado y dejando una imagen triste y estéril, no le quedó otra alternativa que ver levantar el trofeo a Rafael Nadal en un partido espectacular ante el alemán Daniil Medvédev y sacando cara dentro del olimpo del tenis al conquistar su vigésimo primer título de Grand Slam. Un escenario que parecía reservado exclusivamente para el serbio terminó por conseguir una interminable lista de oponentes que impedían la coronación total de Novak Djokovic como uno de los más grandes de la historia del deporte blanco.
“Nole” llegó a Australia con más dudas que certezas. El público local le dio la espalda tras no vacunarse contra el Covid 19, se perdió varios torneos el año pasado, incluido el US Open, habiendo salido del ranking 3 del ATP y con muchas molestias físicas. Aun así, dentro de la mayoría de su carrera tenística fue considerado como un villano en un mundo donde la mayoría de los aficionados vanagloriaba a Federer, alababan a Nadal y pifiaban a Djokovic. Y él mismo lo sabe cuando se lo dijo abiertamente al tenista suizo, Stan Wawrinka, en una charla telemática durante la pandemia: “En una película no puede haber tres buenos”.
Sin embargo, el papel de villano le cae como anillo al dedo, demostrando libremente sus opiniones y actitudes con suma libertad de independencia y poca limitación de espejismo: “Ya no me siento como un villano, que es como me trataron algunos medios”, confesaba en la previa. En un mundo con falta de transparencia y honestidad, Nole es el diferente.
Para llegar a la final tuvo que sortear diferentes obstáculos como el Australiano Alex De Miñaur (24°), el ruso Andrey Rublev (6°) y la gran sorpresa del torneo, el estadounidense Tommy Paul (35°). Contra este último sufrió para ganar en el primer parcial (llegó a estar 5-1 arriba). Pero al final, con todo el aplomo y determinación, Djokovic terminó dando un monólogo de tenis ganándole 7-5, 6-1 y 6-2.
En la final, se encontró con el griego Stefanos Tsitsipas (3°). Un rival difícil, considerando que el serbio ha sido su verdugo a lo largo de los enfrentamientos, ya que ganó 11 de los 13 (85% de efectividad). Y ello se demostró en el primer set, cuando se mostró imparable cediendo solo 5 puntos.
En el segundo set, el griego empezó a levanta. Pese a que sufría en exceso con los turnos de servicio, logró ponerse 5-4 arriba con 30-40 en el marcador. Djokovic se molestaba y ponía en nerviosismo al mostrarse quejumbroso durante el segundo set. Miraba al banco y, al no estar su padre Srdjan, no encontraba motivación. Él no quería ser un foco de presión extra para su hijo, pero justamente era la presión la que necesitaba el serbio para sacar fuerzas e ir a por la remontada. Pese a eso, la torre serbia entró en un estado de apodyopsis, en donde la batalla mental priorizó más que cualquier otra.
Durante toda su carrera, al serbio le cuestionaron su actitud desmedida y violenta ante situaciones adversas. Sin embargo, parece haber pasado por un proceso de metanoia y, antes del inicio del tercer set, pese a la remontada en el tie break pero con la molestia de no jugar un buen tenis, se fue a los vestuarios para tomarse un respiro. Cuando regresó, Nole volvió a ser el jugador determinante, apabullador y contundente. Pese a que Tsitsipas hizo un esfuerzo sobrehumano, el tenis premió al de mejor mentalidad, al que nunca dejó de creer y al de mayor experiencia. Las lágrimas de Nole, fueron la coronación final de un título que siempre fue suyo y de un momento que no debió tardar tanto en llegar. La 22, ya estaba en manos del serbio.
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La historia de la humanidad se ha centrado en condenar a los villanos y a engrandecer a los héroes. Dicho relato se puede ver controversial en relativizar a personajes del deporte para que los medios de comunicación los “castiguen” por su accionar. Sin embargo, no es característico que la actitud de estos sea sempiterno. Un ejemplo claro es Djokovic: dentro de su disputa contemporánea con Nadal y Federer ya superó al suizo y acaba de empatar al de Manacor. En principio, tiene ventaja porque “su majestad” ya se retiró y los problemas físicos del español permiten, en panorama, soñar que el serbio parte con una clara ventaja física y un plus mental para lograr ser el tenista con mayores títulos de Grand slam.
Los fans service del tenis alardean constantemente que el serbio siempre compitió con “los dos mayores tenistas de la historia”. Y razón no les falta. Pero si los supera en títulos, ¿pasaría a ser el mejor tenista de la historia? Esto, simplemente invita a soñar que el mano a mano con Nadal tendrá un final de película. No sabemos cuánto más tendrán para regalarnos porque quizá cuando vuelva a aparecer otro Djokovic, ya sea demasiado tarde.