Cuando llegó en el 2021, Hernán Barcos, de 36 años, no podía responder aquella pregunta que le hicieron cuando arrivó en tienda “grone”. Había llegado de Bangladesh, un poco cansado de la situación caótica que acababa de pasar en el continente asiático. Llegar a Alianza era una oportunidad de realzar lo poco que le quedaba de carrera y, porque no, lograr un último título nacional. Ni él ni su familia iban a imaginarse que el mundo Alianza iba a darle un giro de 360 grados a su carrera.
Pero este artículo no es para hablar del “pirata” goleador que tiene el equipo de la Victoria. Yo quiero profundizar más allá de una pregunta que parece obvia, pero que puede llegar a ser interpretativa. ¿Qué es lo más importante del fútbol?
Comenzaré con una obviedad y veré donde me lleva el relato: De pequeño, cuando era solo un niño, miraba el fútbol con una autenticidad única de disfrutar del juego en su máximo esplendor: lujos y goles. Lo demás era secundario. En síntesis, veía el fútbol por un Ronaldinho Gaucho. Solo valía divertirse y pasarla bien. Y así fue hasta que me enamore del Barza de Guardiola en la final de la Champions del 2011 ante el Manchester United. En el mítico estadio de Wembley y jugando de visita, quedé flechado por el arte de pasar la pelota en espacios reducidos de aquel mítico equipo catalán. Busquets, Xavi, Iniesta, Messi, gol. Busquets, Xavi, Iniesta, Messi, gol. Y así eran seguidillas de patrones en donde estos 4 jugadores te armaban una sinfonía digna de una ópera de gala. Era increíble la facilidad que tenían estos superdotados de aparecer en todos los lados del campo para crear asociaciones. En otras palabras: el juego de hacer paredes o en idioma fútbol, el tiki taka. Es ahí cuando empiezo a ser fanático de todo equipo que disfrutaba de rotar la pelota, pero con el paso de los años, me irritó la sublime y a la vez fatal idea de creer que lo más importante de este deporte era imitar el “jogo bonito” de Ronaldinho o del “tiki taka” de Ronaldinho. ¡El fútbol va mucho más allá de eso! El fútbol también es parte de una rica cultura de tradición en el cual lo «ilógico» puede llegar a ser inexplicable y en donde, como diría Jordi Puntí, «el fútbol es un ejercicio de voyeurismo colectivo, en el que muchas personas miran a la vez un mismo acontecimiento, pero cada uno lo interpreta de un modo diferente”. Es ahí donde comienza la tradición. Y el pueblo blanquiazul lo sabe de memoria.
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Desde que llegue a la cuadra 7 del Jr. San Cristóbal, yacía el ambiente previo a lo que se venía. 3 o 4 cuadras llenas de gente aliancista disfrutando de una cerveza, un cigarro, una conversación o simplemente con música. En “Matute”, la música, los presentadores, los hinchas, la comida, los ambulantes y hasta los encargados de seguridad estaban comprometidos con el club. Todos los nombrados tenían algo en común: todos te saludaban, conversaban y compartían el sentimiento como si fueran una familia. A lo largo de los años, se ha hablado que la principal característica de Alianza Lima es la afro peruanidad, donde la comida, el criollismo y la salsa se juntaban en una cultura seductora que se compenetraba con el juego quimboso en el campo de juego. Pero quizá la verdadera característica del mundo Alianza Lima sea la felicidad que transmiten cada uno de sus integrantes. Desde el portero del estadio, los cocineros, los utileros, los ambulantes y hasta los mismos hinchas. Ir a Matute a ver a Alianza es sinónimo de felicidad pura, porque te hacen sentir como en casa, como una verdadera familia.
Un simple ejemplo de familia se refleja en la presentación del equipo, cuando cada hincha se paró a aplaudir a cada jugador del equipo sin importar lo conocido o desconocido que pueda ser. Asimismo, terminando la presentación del equipo principal, los jugadores hicieron el tradicional reconocimiento a la hinchada, en el que observamos un detalle que no podemos pasar por alto: recorrieron las 4 tribunas del estadio agarrados de la mano. Y no solo los jugadores, sino también el mismo cuerpo técnico. Un hecho que era muy característico en las épocas de antaño, en el que buscaba representar la unión entre el equipo con la hinchada. Podría hablar del extraordinario primer tiempo de Alianza, el decaimiento en la segunda parte y como los cambios fortalecieron al equipo, pero sería en vano. A estas alturas del año, es mejor priorizar la tradición por sobre todas las cosas. Hay unión, confianza y variantes para pelear por todo. Falta armar un equipo.
He dicho al principio que, de pequeño, yo creía en mi interpretación de juego. Ronaldinho y Guardiola, muchas gracias, pero me equivoqué. Mi manera de ver el fútbol cambió por completo. No es interpuesta por un estilo de juego, filosofía o estructura, es la tradición la que termina imponiéndose en situaciones de gran relevancia. Mediante eso, Alianza Lima podrá tener mejores o peores plantillas, sin embargo, si nunca pierde la familiaridad como visión de vida, siempre estará la posibilidad de ganar títulos y engrandecer su legado. Definitivamente, la tradición de ser familia es un relato por sí mismo, al que el aliancismo abraza con una fe ciega. Eso es el mundo Alianza.