Celebrar, es un momento cumbre de los duelos profundos y caminos largos. Es el fruto máximo de una guerra en la que las trincheras bombardearon campo rival con todas sus municiones. Intenso, dramático y en un calor infernal, las camisetas amarillas y blanquirrojas sudaron una definición de locura en Barranquilla el último viernes: Perú volvió a enmudecer un estadio ajeno con un triunfo épico. Una bazuca de mundial. Un misil que nos catapulta a lo más alto. Podemos llamarlo como quieran, pero la selección del “Tigre” Gareca, impone su hazaña, sintiéndose local en el extranjero.
Los héroes de “Defensores del Chaco”
De calderas vibrantes y eufóricas, Sudamérica no tiene envidias. En Asunción, jugar en “Defensores del Chaco” mueve temperaturas sin importar la estación. Aquel 10 de noviembre del 2016, se produjo el histórico “Ramos de Flores para Cueva”. Una clara alusión a los 3 autores de los goles para el 4 – 1 sobre Paraguay. Perú se hizo dueño del trámite pese a empezar perdiendo. Sin embargo, en el campo se dictó una clase de buen juego y contundencia en el segundo tiempo que terminó en la primera victoria en dicho recinto.
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Gloria peruana en las alturas
El camino a Rusia 2018 fue símbolo de batallas en las que las cartas no eran las favoritas para ganar en la mesa. Luego de vencer a Bolivia en el mítico “Monumental” de Universitario, los dirigidos de Gareca tomaban el avión rumbo a Quito con maletas llenas de ilusión. ¿El reto? Dejar la estadística de los 0 partidos ganados en dicha cancha en el pasado. Fue así como la hazaña emergió a 2850 metros de altura: ganamos agónicamente ante un país candidato a trepar al chárter mundialista.
Primero, la zurda de Flores desde fuera del área para el primer peldaño. Y luego, el derechazo sutil de Paolo Hurtado para romper la racha y saltar el trampolín de epicidad. Tras soportar unos 15 minutos de presión ecuatoriana, todo el banquillo y hombres en campo dieron un grito al cielo, a su hinchada incondicional en las gradas, para celebrar uno de los más recordados momentos de la era Gareca.
No hay primera sin segunda
El libro de Qatar 2022 aún sigue escribiéndose, y la blanquirroja sigue parada en el ring buscando el boleto mundialista. Cuando el mar negro inundó Lima con el 3 – 0 de Colombia, en su primer partido al mando de Carlos Queiroz, Perú pasaba por su peor momento. Así, la altura de Quito nos volvía a encontrar con solo una pandemia de diferencia. Y la historia, fue el combustible perfecto para tomar impulso: un nuevo 2 – 1 para izar la bandera en la altura.
Gianluca Lapadula se puso el terno y protagonizó la tarde de gala, repartiendo 2 asistencias. Christian Cueva y Luis Advíncula coronaron el grito a todo pulmón peruano. Así, el carro peruano volvió a recorrer kilómetros para terminar el libro.
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Un coctél a la venezolana
La fecha pasada de eliminatorias era sinónimo de muerte súbita para la bicolor. Derrotar a Bolivia era vital para pensar en algún batacazo caraqueño. La vinotinto, es un equipo que había dado síntomas de mejora ante Argentina. Sin embargo, una hazaña de bastiones, que sudaron la camiseta y pelearon cada balón, culminó con una nueva explosión de emociones. El 2 a 1 sobre los venezolanos fue resultado de pegar en los instantes justos.
Primero, una delicia de pase con firma de Andre Carrillo para que convierta Lapadula, y luego, el tiro libre, con complicidad de la barrera, del pie de Cueva para el segundo tanto. Incluso, la epicidad subió de escalón con el penal atajado por Pedro Gallese. Así, aquel abrazo entre el jugador del Al-Fateh y Gareca, refleja que estas conquistas valen oro, y un buen viaje, se celebra con coctél a la venezolana.
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“El Barranquillazo”: un triunfo sublime
Por Eliminatorias, la selección de Gareca nunca pudo imponerse ante el país cafetero. Nunca pudo coronar el minuto 90 con un grito de victoria al cielo. Hasta que el último viernes, el globo estadístico se desinfló, así como las ilusiones colochas. En uno de los cotejos más complicados de la blanquirroja, el desenlace fue una pluma de oro. Minuto 85. Las gradas en desesperación por ver a los cafeteros concretar sus chances. Mientras tanto, una ola rojo y blanca, en la esquina del Metropolitano de Barranquilla, que no dejaba de alentar.
Cuando el terremoto se acercaba en área peruana, Araujo apagó el peligro y Cueva mandó la señal de gloria con un pase fenomenal. De Collique a Washington, el pequeño Edison Flores siempre está listo para historias grandes. Concentrado, sobrio, seguro; el “Orejas” hizo explotar a más de 30 millones de peruanos a la distancia con una zurda al primer palo de Ospina. De este modo, el Barranquillazo fue una realidad.