“Lo que estoy viviendo es surrealista, no puedo describirlo. Es un sueño hecho realidad. ¡He visto en mi teléfono una alerta de ESPN con mi nombre! Definitivamente esto es surrealista…”.
La frase puede designarse a la de cualquier fan que ha cumplido un sueño de vida, casi como la de un fanático que recibió una oportunidad y se metió a la cancha. Nadie creería que esa frase podría venir de un profesional moreno, de dos metros y un centímetro, 27 años y que, para pasar al “last eight club” de la realeza inglesa, debería tener un corazón de león para vencer a rivales de la talla del hijo pródigo británico, Cameron Norrie y al quinto olimpo del Ranking ATP, el griego Stefano Tsitsipas. En el gramado verdoso, Chris Eubanks demostró que, en la catedral del tenis, puede cumplirse su fábrica de sueños y por la que nunca pensó que podía ser reconocido.
El inicio de todo
Todo empezó en el Abierto de Miami. Mientras caminaba por la calle, la gente lo rodeaba como una estrella de rockstar para pedirle saludos, autógrafos y selfies. Su mundo había cambiado a la velocidad de la luz desde que recibió la noticia de que había ingresado al top 100 y sus lágrimas de guerrero brotaron por su rostro como un fruto de esfuerzo y constancia. Eran recuerdos de antaño aquellos donde, dos años atrás, pretendía abandonar el deporte blanco por falta de confianza en su potencial tenístico, al punto de comentarle a su agente: “Oye, si el año que viene sigo entre los 200 y no es por lesión, haré otra cosa”.
Su falta de confianza ya lo venía perjudicando desde su niñez. En su natal, Georgia, el joven Chris pasaba los días en la iglesia Bautista, debido a que su padre era pastor. En dicho lugar, aprendió que la fe era fundamental para aplicarlo en cada aspecto de su vida. Los partidos de tenis eran los domingos y su padre Mark no podía ir a verlo. Carla, su madre, era quien lo llevaba a los partidos.
Nunca llegó a tener un buen ranking ATP como para que la USTA (la Asociación de Tenis de EE. UU.) lo apoyara económicamente. Por ello, decidió dedicarse a la ingeniería en el Instituto de Tecnología de Georgia mientras practicaba tenis universitario. En estos torneos, se destacó y recién logró acceder a una pensión de US$ 100.000 de la USTA.
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Nuevos retos, misma ambición
Desde su graduación en el 2017, Eubanks compitió en torneos chicos. Sin embargo, había llegado a un tope máximo. El top 200 parecía ser el techo de su carrera y el cual iba a alternar por el resto de su vida. No obstante, desde la crisis del retiro en 2021, el estadounidense de seis pies siete pulgadas decidió que el “Never give up” era una frase que debía estar en su vocabulario. Si quería recompensas, tenía que hacer sacrificios. Y es así que, después de ser comentarista temporal de Tennis Channel (al cual le atribuye un gran paso en su carrera, porque le permitió analizar mejor sus partidos), Eubanks decidió invertir una gran cantidad de dinero en un entrenador a tiempo completo, nutricionista y coach mental.
Las victorias empezaron a llegar. Y las giras también. Miami, Sydney, Busan, Seúl y París fueron ciudades donde la agresividad, grandes saques y puntos cortos desfilaron como una pasarela de moda, demostrando que era un “profesor” de este estilo donde el juego de fondo es un arma de doble filo que puede conllevar el peligro de perder varios puntos o de anticipar los movimientos del rival.
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Un desafío a prueba de balas
Todo parecía correcto a su evolución hasta que la vida lo volvió a poner a prueba. Un mes antes de Wimbledon, Eubanks caería en segunda ronda del Challenger de Surbiton, una superficie similar a la inglesa. El originario de Georgia no entendía la derrota ante un rival con mucho menor ranking que él. Se empezó a sentir torpe. Su desconfianza, así como sus nervios de jugar el Grand Slam más importante de la temporada, empezaron a fluir. Sin embargo, entendió que el verdadero adulto no es el que decide resolver los problemas individualmente, sino que también es cuando acepta que tiene un problema. Algo que lo ejecuto a la perfección. “Estaba frustrado y le mandé un mensaje a ella (Kim Clijsters), ‘el césped es la superficie más estúpida para jugar al tenis. ¿Cómo es posible que juguemos donde el bote es irregular y ni te puedes mover?”. Es ahí, donde su amiga y la exnúmero uno del mundo ejecutó las veces de maestra tal como Yoda con Luke Skywalker y le brindó algunos consejos para practicarlos en Wimbledon. ¿Los resultados? Llegar a Cuartos de final y, muy posiblemente, rozar el top 30 del mundo en el siguiente ranking ATP.
Hace unas horas, Eubanks publicó en su cuenta de Instagram una carta donde mencionaba lo siguiente: “Estimado Wimbledon, gracias por permitirme cumplir mi sueño de la infancia. Gracias a toda la familia, amigos y fanáticos que se acercaron y mostraron su apoyo. Wimby 2023 siempre tendrá un lugar especial en mi corazón”. Más allá de eso, la imagen de satisfacción y disfrute del americano en el calentamiento previo a jugar contra Norrie, mirando las gradas y dándose cuenta de que iba a jugar en la cancha donde alguna vez jugaron Agassi, Djokovic, Federer o Nadal solo nos deja claro que Chris Eubanks brindó esperanzas cuando no había ninguna y nos regala una hermosa y maravillosa lección. Todos podemos soñar.