La cuenta regresiva para el final del acoso apenas empezaba cuando, en el sofocante y sombreado ambiente, él frotó la lampara. Considerado un genio por algunos y un maltrecho por otros, lo cierto es que Christian Cueva es un iluminado. Lo volvió a dejar en claro con una acción tan sencilla como determinante en medio de tanta presión y ahogo por el que pasaban los que vestían de blanco y rojo. Detuvo el tiempo, primero, para librarse con clase de Wilmar Barrios y, enseguida, aceleró la jugada filtrando el balón con temple hacia la zancada de Edison Flores. El resultado: un gol que premiaba el titánico esfuerzo con el que Perú aguantó toda la tarde para acabar tocando el santo. Este equipo, el de Gareca, continúa rompiendo quimeras.
No hay sofoco inaguantable
‘Así es es el fútbol’ dirán, pero lo cierto es que hay más detrás de eso. Y es que, curiosamente, tras aquel duelo en Lima (0-3) ante una Colombia que se estrenó con Rueda, todo parecía predestinado al fracaso. Claro, parecía. En tiempos de balompié, seis meses es bastante. En ese lapso, Perú se reconstruyó, recuperó confianza y, más importante, entendió cuál era el camino: uno que va en contra de su misma naturaleza. Lo cimentó así en una Copa América donde la escuadra cafetera lo venció en el partido por el podio. Muy grandes se habrán sentidos seguro en ese momento aquellos. No obstante, en las Eliminatorias, importante son las reacciones y, en Barranquilla, se demostró quién sabe aguantar los golpes. Literalmente hablando.
Las cosas estaban claras desde un inicio y todos lo sabían. Apenas ganando un partido de 9 y sin marcar en 5 seguidos, Colombia salió directo a la yugular. Era consciente Gareca del vendaval, unido al previsible calor infernal, por lo que no se salió de la nueva línea que maneja: bloque bajo, presionar en campo propio, aguardar por el error y transitar. Poco encandila al público, pero es lo que funciona. Y si bien los locales, en base a concentrar todo el juego por dentro para empujar a Perú, contrarrestaron el plan, se toparon siempre con nuestra ahora fiable retaguardia. En el aluvión de centros, disparos y rechaces, la zaga y Gallese aparecieron al límite para mantener el vital empate a cero. Otro mérito del que viste de terno.
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Sin la herramienta también cuenta
Nada indicaba que el frenesí local iba a parar, por más que a cinco del primer tiempo se empezó a mover la pelota. Un público enfadado y las urgencias en la clasificación no avalaban que los de Rueda bajen el ritmo. Sin más que eso, Perú se vio obligado a realizar un ejercicio de supervivencia inigualable. Los de arriba, bajando a apoyar en recuperación; los del medio, cubriendo y no dejando huecos en el último tercio; los de atrás, despejando todo balón que caía en su zona; y el del arco, pues realizando paradas y estiradas de fotografía. Una ‘Sele’, en resumen, que más que querer vender cara su derrota, sabía que la clave estaba en resistir. El pasar de los segundos equivalía a que Colombia se sumerja en la impotencia a fin de cuentas.
Ante los ojos de propios, extraños y el frustrante árbitro, el trabajo de los Corzo, Tapia, Callens, Zambrano (después Araujo) y Gallese, se volvió una maravilla. Aprobaron con creces una materia que flaqueaban. Así, Colombia pasó del dominio a la desesperación a diez del final. Y al instante en que lo apostó todo, Cueva se iluminó y Flores cambió las detracciones por cariños. Los dos hijos pródigos le volvieron a dar la razón al también criticado Gareca, quien reafirma ser el que sabe de esto. Tanto como para recordarle a todo el país que al fútbol también se juega sin el balón. Perú requería manejar esa aspecto para realzarse y volver a la lucha. Ajenos al tan famoso estilo, el sueño se hace realidad. A Qatar solo llegan los supervivientes.
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