El domingo pasado, 30 de septiembre, tras un apretado resultado, el expresidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva vence al actual mandatario Jair Bolsonaro y así lograr volver al poder en Brasil tras 12 años. Lula, quien ya ocupó la presidencia de Brasil entre el 2003 y el 2010, Logró imponerse con un alrededor del 51% de los votos. Por otro lado, Bolsonaro, quedó detrás con algo más del 49% de las preferencias.
Una campaña polémica
Del mismo modo que sucedió en el camino a la primera vuelta de este proceso electoral, el margen de preferencias que separaban a ambas candidaturas fue progresivamente acortándose. En la etapa previa, se llegó a prever, durante buen tiempo, que el líder del Partido de los Trabajadores (PT), podría vencer al actual presidente en primera vuelta. Sin embargo, la elección librada en día 2 de octubre propició un duro golpe de realidad a las encuestadoras, producto de la ventaja de tan solo 5% que Lula da Silva logró sobre el candidato del Partido Liberal (PL).
Producto de esta diferencia entre 48% y 43%, ambos candidatos se enrrumbaron en una feroz campaña de desprestigio mutuo. En este contexto, Lula se resguardó en una campaña donde resaltó el éxito de sus gobiernos anteriores, donde se sacó de la pobreza a millones de familias brasileñas. A esto, sumó la acusación a Bolsonaro de incrementar la polarización social y de promover la deforestación de la selva amazónica.
Por otro lado, el ex-capitán del ejército y conocido nostálgico de la dictadura militar en Brasil, fue incisivo en resaltar los vínculos que conectan a Lula con los casos de corrupción que componen la investigación Lava Jato. Como es sabido, esta incluso llegó a llevar a Lula a enfrentar un tiempo de cárcel. Sin embargo, tras probarse la parcialización política del jurado en aquella ocasión, el juicio contra el expresidente tuvo que volver a iniciarse. Bolsonaro, a su vez, se colgó de su defensa de la supuesta libertad religiosa que su gobierno defiende. Esto, producto del masivo apoyo que su gobierno ha recibido por parte de los sectores más socialmente conservadores de la sociedad. Sobre todo, de las Iglesias evangélicas, de enorme crecimiento en feligreses, poder e influencia en el país lusófono.
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Resultados apretados; País fracturado
Este último domingo, más de 124 millones de Brasileños se acercaron a votar (algo más de medio millón más que en la primera vuelta) por una de las dos candidaturas. Esto en un clima de fractura y polarización social, cercano al de varios de los últimos procesos electorales en una América Latina sumergida en la crisis económica y el trauma colectivo producto de la pandemia del COVID-19. Diversos medios internacionales, tales como Al Jazeera a través de su canal AJ+, subrayaban que esta elección acabaría siendo el resultado de rechazos hacia una u otra candidatura, más que de genuino apoyo hacia Lula o Bolsonaro.
Los resultados finales, que se empezaron a computar poco después del cierre de los locales de votación en el estado de Acre, el más occidental de Brasil y por ende, el último en llegar a la hora de cierre de locales, fijada a las 17:00 hora local. Esta regla, vale mencionar, no aplicó para las elecciones estaduales, donde los votos se computan tras las 17:00 horas en dicho estado, ni para mesas en el extranjero, lo que hizo que algunas mesas permanecieran abiertas en algunos países hasta las 03:00 horas del Este de Brasil del día lunes.
Un cómputo rápido
Si bien al inicio del cómputo Jair Bolsonaro logró aventajar a Lula da Silva, se estima que esto fue producto de que los primeros votos en ser contados provenían de áreas en el Sur del país, donde Bolsonaro terminaría imponiéndose como favorito. Al empezar el cómputo de los votos de la región Nordeste, las preferencias en favor del PT empezaron a imponerse. Esto último producto, sobre todo, de la diferencia que Lula logró sacar en los estados de Minas Gerais y Bahía, dos de los distritos electorales más grandes del país. Si bien Bolsonaro logró vencer en los dos estados más populosos del país, São Paulo y Río de Janeiro, la diferencia fue más apretada y no bastó para vencer.
Finalmente, alrededor de la computación del 85% de los votos, el diario paulista A Folha de São Paulo, anunció a través de sus redes sociales que Lula sería el vencedor de los comicios, producto de la predicción publicada por la consultora Datafolha. Los resultados oficiales, anunciados por el Tribunal Supremo Electoral, llegaron poco después, arrojando un resultado definitivo de 50.90% de las preferencias hacia Lula da Silva, contra un 49.10% hacia Bolsonaro. En términos de números, el candidato del PT recibió 60,345,999 de votos, mientras el del PL se hizo con 58,206,354.
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Las dos caras de la moneda.
Por su parte, Lula da Silva y su partido no tardaron en pronunciarse. En su primer discurso tras conocer los resultados, Lula reconoció que recibe el país en una situación «muy difícil», pero que trabajará por «recuperar la paz» y gobernar para «todos» los brasileños. Junto a estas declaraciones, Lula no tardó en recibir el reconocimiento y las felicitaciones de diversos líderes del mundo. Esto último también ayudó a poder socavar las posibilidades de Bolsonaro y sus allegados a denunciar un potencial fraude electoral.
Por su lado, el todavía presidente demoró 38 horas en romper su silencio tras conocerse los resultados. Recién el día lunes por la tarde, Bolsonaro sostuvo una conferencia de prensa en el Palacio de Planalto. Si bien no respondió preguntas, Bolsonaro entonó un discurso donde no reconoció su derrota, pero sí aseguró que «respetará la constitución» y que «él siempre ha jugado bajo las reglas» de las leyes brasileñas. También condenó las protestas violentas que algunos de sus seguidores llevaron a cabo en partes de Brasil a modo de protesta por los resultados. Bolsonaro clasificó estas protestas como «métodos como los de la Izquierda», siguiendo con la retórica de enfrentamiento que lo ha acompañado desde el inicio de su mandato.
Tras retirarse de dicha conferencia, el ministro de la Casa Civil, Ciro Nogueira, tomó la palabra. Este último anunció que durante esta semana iniciarán el proceso de transición de poder, tras oficializarse los resultados al 100% por parte del Tribunal Supremo Electoral. Nogueira dijo que hará esto tras recibir instrucciones para ello por parte del presidente, dando a entender que Bolsonaro y el PL aceptarán los resultados, en vez de apoyarse en una narrativa «fraudista», lo cual se especuló por un tiempo en la prensa Brasileña e internacional.