Abrahan Mera Olivares es un médico peruano haciendo su especialidad en medicina intensiva en uno de los hospitales más importantes de España, el ahora «hospital Covid», Vall d’Hebron, el más grande de Barcelona. Chiclayano de nacimiento, nos cuenta un poco sobre qué se siente ser parte de la primera línea de defensa del segundo país con más infectados en el mundo.
Tengo entendido que España es el segundo país con más afectados. Y en Cataluña tienen más de 45 mil infectados y cerca de 5 mil muertos.
Es correcto, actualizan las cifras todos los días. Han tenido que cuadruplicar las camas de UCI, se ha paralizado la actividad quirúrgica, ya no hay quirófanos, ya no hay cirugías programadas y las camas de UCI que eran destinadas a esos pacientes las estamos empleando para los infectados por coronavirus.
¿Qué tan preparado está el hospital?
El hospital en total tiene 1200 camas y 220 camas de UCI (cuando en todo el Perú hay menos de quinientas). El aforo del hospital está completamente destinado a pacientes con COVID. Ha habido un despliegue brutal de personal para lograr abarcar las 200 camas UCI, se han tenido que abrir 11 unidades de cuidados intensivos (una unidad de cuidados intensivos es un conjunto de 20 camas UCI) cuando normalmente teníamos 5 o 6. Al igual que los equipos polivalentes, desde anestesiólogos hasta pediatras.
Tú, que vas haciendo tu especialidad en medicina intensiva, debes saber mejor que nadie cómo tratar esta enfermedad, ¿es el tiempo fundamental?
Tu pregunta es muy interesante. Yo creo que la enfermedad avisa, nos da un margen de tiempo antes de que el paciente se ponga grave. El tema es saber cómo actuar cuando el paciente ya está grave. Naturalmente todo intensivista sabe cómo hacerles frente a las diversas situaciones que se puedan presentar, pero lo importante es tener los recursos. Si no tienes suficientes máquinas para ofrecer, si no tienes un ventilador mecánico que pueda asegurarte un correcto manejo de los pacientes, es muy difícil que se les pueda dar un tratamiento adecuado. Se ha tratado de muchas formas, pero lo más efectivo hasta ahora es el soporte ventilatorio: intubarlos cuando es necesario para que una máquina haga por ellos el trabajo que no pueden hacer.
¿Qué es lo más difícil de sobrellevar en el hospital?
Lo más duro de todo esto creo que ha sido establecer contacto con las familias, ya que se prohibió el ingreso a los familiares de los infectados y toda la información se hace llegar por teléfono; entonces, si se tenía un paciente que necesitaba hospitalización y se quedaba dos semanas hospitalizado, su familia no podía verlo. Imagínate pasar un largo tiempo sin poder visitarlo y sin saber casi nada de tu familiar y que una noche te llamen y te digan: “oiga, Fulano de Tal se ha puesto mal y lo hemos tenido que llevar a UCI porque se está ahogando”. Es algo muy duro.
Tú has tenido que comunicar alguna vez ese tipo de noticias, me imagino…
Por supuesto, y lo peor es cuando toca comunicar respecto a una defunción en UCI. Cuando un paciente se pone mal se le va comunicando continuamente a su familia sobre el estado en el que se encuentra porque no se sabe con certeza cuál será el desenlace, y cuando te toca llamar, pues es duro, es muy duro… Estas familias no ven a su ser querido por al menos tres semanas, tiempo en el que solo se comunican por teléfono. Lo que siempre se me quedará marcado es que, cuando se prohibieron los velatorios, en algún momento se llegaron a cremar difuntos y después la familia venía a recoger las cenizas. Todo esto ha sido muy dramático y definitivamente dejará huella en la población.
Me es muy complicado tratar de ponerme en tu situación, lidiar con estos casos todo el día debe ser definitivamente algo que te baja la moral.
Cuando la pandemia se desató, al inicio nos golpeó muy fuerte; teníamos que hacer guardias cada dos o tres días. Llegamos a un punto en el que teníamos más de veinticuatro horas sin dormir, revisando a los pacientes sin parar; era un ambiente bastante duro.
Ya que mencionas el tema del ambiente laboral, ¿cómo te mantienes motivado?
Yo creo que en estos casos contar con el apoyo de mis colegas, mis propios amigos del trabajo, es fundamental para afrontar esta pandemia. Lo segundo es que ya en la UCI uno está permanentemente preparado para el estrés; cualquier cosa puede pasar ahí dentro: los pacientes se complican, necesitan soporte y pueden claudicar en cualquier momento. Y, si bien parte del perfil de un intensivista es que está acostumbrado a responder ante el estrés, nada se compara al que se ha vivido ahora; esta ha sido una situación muy caótica donde el agotamiento no solo se nota en nuestras caras, sino en las de todo el mundo: el equipo de enfermería, los auxiliares médicos y todos los trabajadores.
Una actitud que se ha globalizado muy rápido a causa del gran alcance que ha tenido esta pandemia es el gran apoyo que muestra la población hacia quienes se encuentran en la primera línea de defensa, ¿tú has sentido de alguna forma esta ola de solidaridad?
Mira, la verdad que emociona mucho. Es muy grato esperar a que sean las 8 de la noche y ver a toda la gente en los balcones, dándonos ánimos, poniendo música y bailando. Es bonito ver a la gente salir de sus rutinas por nosotros. Otra cosa que me ha llamado mucho la atención es la gran ayuda que llega a los hospitales; nos hacen llegar siempre comida que los restaurantes mandan como una expresión de gratitud hacia todo el personal médico. Aunque también existe el otro extremo, no todo es color de rosa; tengo varios compañeros que han sido víctimas de discriminación por ser sanitarios. Muchas personas temen contagiarse del vecino que pertenece al personal médico, lo ven como una amenaza constante. Varios de mis colegas se han tenido que mudar temporalmente a hoteles, cuyos dueños en son de agradecimiento ofrecen gratuitamente sus servicios para recibir no solo a quienes sufren de algún tipo de discriminación, sino a quienes temen contagiar a sus padres, hermanos o hijos.
Acá, en el Perú, también se popularizaron estas actitudes. Hablando del Perú, ¿estás enterado de cómo está la situación?
Por supuesto, sobre todo porque tengo varios colegas, amigos y maestros que están también en el frente de batalla. Y, bueno, por otro lado, está mi familia que siempre trata de mantenerme al tanto.
Entonces puedo suponer que tienes conocimiento de lo duro que se ha puesto, sobre todo en Chiclayo, tu ciudad natal. Lambayeque es la segunda región con el mayor número de infectados (más de 1600) y con una cifra importante de fallecidos, donde 1 de cada 5 personas que fallecen por coronavirus el país pertenecen a esta región.
Claro que sí, es una situación que me alarma mucho y, en general, creo que esta es la preocupación más grande de todos mis compañeros que están allá y que ponen en riesgo sus vidas y las de sus familiares todos los días. Lo que sí indigna muchísimo es el comportamiento de todas esas personas que no cumplen con las disposiciones establecidas por el gobierno y se aglomeran en bancos, plazas y mercados. Según lo que me cuentan algunos colegas, al principio podía verse la presencia policial en la mayoría de las calles y ahora me dicen que cada vez se ven menos agentes circulando.
Sí, es un completo desastre. Yo, que vivo acá, observo todos los días en las noticias y en las redes sociales las pésimas condiciones en las que se encuentran los dos hospitales COVID, así como los reclamos del personal sanitario, llegando al extremo de poner sus cargos a disposición debido a la negligente manera en la que se viene manejando la situación por parte de los altos mandos o por falta de recursos. No se muestra un ápice de transparencia, he tratado incluso de conseguir el dato sobre el número de respiradores en Lambayeque, pero no he podido. Sé que son pocos.
Sí, sí, sí. Yo tengo el dato que hay 25 o menos de 30 respiradores en toda Lambayeque.
Son muy pocos. Y a pesar de esto la cifra de infectados está avanzando peligrosamente (más de 900 casos), así como la de muertos. Diariamente se viralizan videos de personas muriendo en las calles y de salas de hospitales repletas de cuerpos, se han cavado ya algunas fosas comunes y la gente muestra, al parecer, una impactante indiferencia al salir constantemente.
Verdaderamente me aterra todo esto. Tengo en Chiclayo a mis padres, a mis hermanos y a mi hijo. Pero me preocupo en especial por mi hermana que es paciente oncológica y pertenece al grupo vulnerable, y sé lo agresivo que es el virus en este tipo de pacientes.
Ya que ahora vives en carne propia los verdaderos estragos de esta pandemia, ¿qué es lo que le recomendarías a tus compatriotas?
Mira, yo creo que lo más importante en estas situaciones es el confinamiento, no salir a menos que sea estrictamente necesario, y si se sale, mantener en lo posible el distanciamiento social. Entiendo que el contexto pueda ser muy difícil de manejar, especialmente si tienes una gran parte de la población que, si no trabaja, no come. ¿Cómo le dices que no salgan a estas personas? También es vital hacer una detección rápida y temprana de los casos asintomáticos, que son los que potencialmente contagian. De esta manera, se tiene más controlado el avance del virus; pero claro, si no hacemos test rápidos y masivos para identificar el virus, esto no lo vamos a controlar nunca.
Y, siendo más específico, ¿qué es lo que le sugerirías a tus colegas?
A mis colegas decirles que es imprescindible la protección personal, que no hay que confundir la vocación profesional con otras cosas. No se puede trabajar si no hay material, si las autoridades no te proporcionan, por lo menos, lo imprescindible para hacer dignamente tu labor, si nadie vela por la limpieza y la seguridad en los hospitales. Nadie puede mandar a sus soldados a una guerra desarmados, creo yo, y pienso que se debe luchar por esto: por tener el material adecuado y las herramientas necesarias.