El último monarca y el inicio de una nueva era
Este domingo se cumplieron 45 años desde que en 1979, el sha Mohammed Pahlavi, el último monarca de Irán, fue derrocado tras meses de manifestaciones y decenas de muertos. Este acontecimiento histórico, conocido como la Revolución Islámica iraní de 1979, marcó el fin de la monarquía y el inicio de una república liderada por clérigos musulmanes.
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La lucha por el poder y el golpe de Estado
Antes de 1979, Irán era una monarquía constitucional bajo el mando absoluto del sha Mohamed Pahlavi. A principios de los 50, hubo una lucha por el control del gobierno iraní entre el sha y Mohamed Mosaddegh, un parlamentario muy popular que llegó a convertirse en primer ministro en 1951. Mossadegh introdujo una serie de políticas sociales y económicas, entre ellas la nacionalización de la industria petrolera iraní, controlada por décadas por Reino Unido. Sin embargo, en 1953, tras un golpe de Estado orquestado por Reino Unido y Estados Unidos, Mossadegh fue despojado del poder, que regresó al sha Pahlavi.
La «revolución blanca» y la modernización de Irán
Con la vuelta del sha Pahlavi al poder, Irán se convirtió en aliado de Occidente y comenzó un programa ambicioso de modernización al que se le llamó la “revolución blanca”. Se apoyó en la renta petrolera para desarrollar grandes obras de infraestructura: autopistas, aeropuertos, redes ferroviarias, complejos industriales, se erradicó la malaria, se llevaron a cabo programas de alfabetización. Y un aspecto clave fue la decisión del Sha de restringir la influencia del islam en la sociedad. Permitió y alentó, por ejemplo, la educación laica y la emancipación de las mujeres.
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El poder absoluto y la represión
Pero, en medio de este rápido proceso de cambios, el sha acumuló mucho poder. Tenía el control absoluto de Irán: designaba al primer ministro, podía disolver el Parlamento, controlaba el ejército, podía declarar guerras y controlaba a la prensa. No había lugar para la oposición y quien se atreviera a disentir, podía convertirse en objetivo de la Savak, la policía política secreta que fue el organismo con el que la monarquía encarceló, torturó y ejecutó a sus opositores.
La oposición y el surgimiento de un nuevo líder
Para finales de la década de 1970, el malestar social ya había juntado a múltiples grupos sociales en oposición al régimen de la dinastía Pahlavi. Esta oposición integró desde estudiantes, comerciantes y militantes laicos de izquierda hasta los ultraconservadores clérigos musulmanes chiitas.
Los religiosos cuestionaban duramente la «occidentalización» del país por considerarla un insulto a la religión. Y a esa queja también se sumaba el reclamo de opositores laicos por la represión y la persecución política, la corrupción, los excesos y excentricidades del Sha; también por la inmensa inequidad que existía entre quienes se beneficiaban de los ingresos del petróleo y los sectores rurales que seguían empobrecidos, pese a la acelerada modernización del país.
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El Ayatolá Ruhollah Jomeini y la caída de la monarquía
Es en este punto donde toma fuerza el nombre del Ayatolá Ruhollah Jomeini, uno de los líderes chiitas que luego se convertiría en el fundador de la República Islámica. Jomeini era un profesor de filosofía que en 1964 fue forzado al exilio por 14 años por su oposición a la monarquía. En ese tiempo no solo se concentró en establecer las bases para instalar un régimen islámico en el país, sino que consiguió convertirse en la personalidad que unificó a la oposición que quería derrocar al sha Mohammed Pahlavi.
Para el año 1978, las manifestaciones de calle masivas en contra de la monarquía estallaron y con ellas creció la popularidad del Ayatolá Jomeini. El Sha decía que se trataba de una conspiración internacional y lanzó a las fuerzas del Estado a reprimir las protestas llegando a declarar incluso una ley marcial que dejó centenares de muertos en las calles. Pero este esfuerzo por contener a los manifestantes solo alentó más movilizaciones, hasta que en enero de 1979 el sha Mohammed Pahlavi huyó junto a su familia hacia Egipto para no volver nunca más. La dinastía Pahlavi había llegado a su fin.
La fundación de la República Islámica y el régimen teocrático
El primero de febrero de 1979, el Ayatolá Jomeini regresó al país en medio de un recibimiento masivo. Jomeini declaró la fundación de la República Islámica el primero de abril de 1979 tras la celebración de un referéndum nacional. Estaba determinado a cumplir el propósito de instalar un régimen teocrático y no tardó tiempo en tomar acciones que lo llevaron a erigirse como el líder supremo del país.
No solo adoptó una postura de hostilidad tanto hacia Estados Unidos como a la Unión Soviética, las superpotencias del momento. En sus primeras acciones, ordenó la ejecución de cientos de personas que fueron leales al sha Pahlavi. Los pocos detractores que iban quedando, si no conseguían exiliarse, eran perseguidos, arrestados o incluso asesinados.
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La instauración de la sharia y la represión de los derechos de las mujeres
Se instauraron los castigos que impone la sharia, o ley islámica, y esto implicó la abolición de los derechos que se habían otorgado a las mujeres en el régimen anterior. El uso del velo islámico fue nuevamente obligatorio, se prohibió el alcohol y también la distribución de contenido artístico occidental. Para ello, se instauró la figura de una policía moral que se encargaba de vigilar a los ciudadanos para que cumplieran los códigos islámicos de vestimenta y comportamiento.
El control absoluto del Estado y la última palabra
Por otra parte, la nueva élite teocrática excluyó del nuevo régimen a los movimientos intelectuales, nacionalistas y de izquierdas que le habían apoyado en la caída del Sha y transformó la estructura del poder en una que concede a los líderes supremos del clero el control absoluto del Estado. El nuevo sistema sí permitía la elección a través del voto de parte de los representantes del gobierno. Pero es la figura del Líder Supremo de la República Islámica de Irán la que desde 1979 tiene la última palabra tanto en los asuntos del Estado como en la vida cotidiana de los iraníes. El líder Supremo de la República Islámica de Irán, Ayatolá Jomeini, solo dejó de gobernar cuando falleció. Posteriormente, su sucesor, el Ayatolá Alí Hoseiní Jamenei, se convirtió en el segundo líder absoluto de Irán.
Una mirada crítica
La Revolución Islámica de 1979 en Irán marcó un hito en la historia del país, dando lugar a un régimen autoritario que ha sido objeto de numerosas críticas. La abolición de los derechos de las mujeres, la instauración de la sharia y la represión de la oposición son aspectos que han generado controversia.
Por otro lado, la transformación del poder en un sistema que concede a los líderes supremos del clero el control absoluto del Estado ha generado críticas por la falta de democracia y libertades individuales. Como ciudadanos del mundo, es fundamental estar informados y formar nuestras propias opiniones basadas en hechos.