«¿Están preguntando en serio?», respondió la ministra de salud, Pilar Mazzetti, cuando se le cuestionó respecto a si habría evidencia que justifique el retorno a la cuarentena focalizada en diversas regiones y provincias del país. «Sabes muy bien que no. Eso no existe (…) No hay forma de hacer esa investigación», añadió. En sencillo, estamos encerrados gracias a un espasmo burocrático y nadie sabe por qué. «A ver qué pasa», habrán pensado.
Por descabellado que fuese, esa solo fue una respuesta previsible. Sin embargo, el caporal Martos no se quedó atrás y se enfrentó -y contradijo- a la ministra Mazzetti. Según el general, ya es muy tarde para realizar pruebas moleculares e identificar a los ciudadanos, por lo que es mejor imponer un confinamiento. El profeta del confinamiento, por enésima vez, se manifestó a favor de encerrar a los peruanos.
Para nuestra suerte, las brillanteces ministeriales no se quedan ahí. El jefe del Gabinete tampoco perdió la oportunidad para volver a pronunciarse -como si la pagasen por ello- en contra de la economía. Esta vez -y aunque usted no lo crea- sugirió que sería conveniente un aumento del impuesto a la renta y otros tributos. Es decir, se han perdido 6.7 millones de empleos entre abril y junio, y hay 51 procedimientos concursales iniciados ante el INDECOPI, aparte de las aerolíneas, restaurantes, tiendas por departamento y empresas de delivery que ya quebraron, sin contar las mypes y las empresas informales. Todo ello, y el ministro Martos está pensando en subir más los impuestos. Impresionante.
Pero la policefalia del gobierno no impide desarrollar su plan: por lo menos sus prioridades están bien claras. El viernes pasado presentaron el proyecto de ley 5988, el cual prohíbe que los adolescentes se casen. Impedir el matrimonio adolescente, parece ser, mejorará la economía y acabará con la pandemia. Estamos salvados.