En medio de la escalada de eventos violentos de los últimos días, presenciamos una situación que pone en tela de juicio la estabilidad de la paz en el Medio Oriente. Las imágenes de ataques de grupos terroristas contra ciudadanos israelíes nos llenan de horror, al igual que la respuesta contundente del Estado de Israel en defensa de su soberanía y su población. A esto se suman manifestaciones a favor del grupo terrorista Hamás en diversas capitales de Europa, donde la policía se ha visto obligada a intervenir, como fue el caso de las protestas en París. Paralelamente, en otras partes del mundo, no se han hecho esperar las manifestaciones en apoyo a Israel.
Esta secuencia de guerra en el Medio Oriente y protestas en Europa se ha convertido en una historia recurrente durante en las últimas dos décadas, marcadas por eventos como las Intifadas y los ataques a Israel por parte de grupos armados palestinos. Sin embargo, lo que resulta particularmente llamativo en esta ocasión es la creciente participación de manifestantes a favor de Hamás en Europa, esto va más allá de las críticas habituales por parte de sectores de izquierda que acusan a Israel de genocidio y respaldan la causa de los palestinos. Sorprendentemente, se observa un sólido apoyo entre la comunidad de inmigrantes musulmanes a las actividades terroristas contra Israel.
Esta situación debería inquietarnos en gran medida, ya que la comunidad occidental debe rechazar la violencia ejercida por Hamás y oponerse a las concepciones fundamentalistas de la Yihad, pero la realidad es diferente. La cultura islámica está ganando terreno en Europa debido a las migraciones masivas y descontroladas, informes de 2017 alertaban sobre la creciente imposición de la Sharía, el ordenamiento jurídico islámico en lugares como Estocolmo. Asimismo, en abril de 2022, la BBC informaba sobre violentas protestas en respuesta a las declaraciones de la ultraderecha sueca que abogaba por quemar el Corán. En abril de este año, nos sobresaltamos con la detención de cinco islamistas acusados de planear un atentado por la campaña anti-musulmana en Suecia.
Este es el paisaje que vemos en muchos países de Europa, donde la concentración de musulmanes ha desestabilizado las normas sociales y la conciencia occidental, introduciendo costumbres y tradiciones musulmanas en sociedades de un profundo arraigo occidental. Es crucial reflexionar sobre este fenómeno, comprendiendo que lo que sucede en Medio Oriente como en algunas naciones europeas es, en esencia, la imposición de la cultura islámica en Occidente. No pretendemos afirmar la supremacía occidental ni de adoptar una perspectiva ultraderechista en su defensa, sino de reconocer la realidad de la destrucción de valores fundamentales, como la libertad, la tolerancia y la propiedad, que son los pilares de la civilización occidental.
No hay duda que los eventos en Israel tienen un componente geopolítico, especialmente en un momento en que se están considerando los apoyos a Ucrania con la invasión rusa, no debemos pasar por alto la influencia de movimientos fundamentalistas o radicales a la causa prorrusa. La verdadera lucha geopolítica no se reduce simplemente a los recursos naturales o la influencia económica, sino a la captura de Estados estratégicos mediante grupos de influencia que buscan controlar la política, los medios de comunicación o fomentar el terror en la sociedad; es en ese sentido que el juego geopolítico está más activo que nunca. Israel, es un Estado que nació fruto del dialogo de los países de occidente y con el apoyo de la Organización de las Naciones Unidas después de la Segunda Guerra Mundial, se encuentra en el centro de este escenario; es por ello que los ataques contra la soberanía de Israel tienen una estrecha relación con la posición de occidente en medio oriente.
Nos encontramos en una etapa en la que la influencia cultural se convierte en una estrategia dominante para conquistar el mundo. Lamentablemente, en los últimos años hemos confundido el sentido de solidaridad hacia los migrantes, creyendo que la migración descontrolada se justifica en la necesidad de disfrutar los privilegios derivados del éxito de Occidente. Sin embargo, hoy en día comprendemos que estábamos equivocados, la migración descontrolada es, en realidad, un arma de los gobiernos autoritarios que emplean a sus poblaciones para ganar posiciones privilegiadas en otros Estados, debilitándolos y limitando su influencia en la comunidad internacional. No estamos sugiriendo que estemos inmersos en una batalla cultural, sino que buscamos reflexionar sobre la dirección de los intereses geopolíticos, los cuales vuelven a ponerse sobre la mesa; desnudando la fragilidad de la paz en nuestro mundo.
En última instancia, lo que está en juego no es solo el Medio Oriente, sino el futuro del mundo occidental en su conjunto. Esto nos lleva a una creciente preocupación por el conflicto entre Israel y los grupos terroristas palestinos, ya que su desenlace definirá el papel del mundo occidental en el Medio Oriente y la lucha contra la amenaza representada por los grupos radicales de la media luna.