Horas después de la negación de confianza del Gabinete Cateriano, el cual apenas tenía 19 días de juramentado, Vizcarra anunció que brindaría un mensaje a la nación alrededor de la 1:30 p.m. Como es usual tras cada reciclaje ministerial, sonaron rápidamente diversos nombres: salvo excepciones, unos más ominosos que otros.
El mensaje, tan austero como inusitado, precedido de una extensa espera, mostró lo que parecía ser un personaje derrotado. Previsiblemente, el gesto no le duró al personaje. En menos de un minuto de haber empezado el discurso, Vizcarra ya había variado su línea. Una vez más, fiel a su estilo, el «fáctico» mandatario había hallado a un nuevo enemigo: su congreso a la medida
Sin mayor preámbulo, el Congreso 2020-2021 pasó de ser catalogado el reivindicador del anterior a una copia tan o más nociva. Se supone que el golpe, constitucionalizado por una bipolar casualidad, fue para tener un «mejor Congreso», o por lo menos, más adecuado a los intereses del dictador. Mellar la democracia estaría justificada para soportar la gobernabilidad del jacobino.
Hoy, 9 meses después del golpe y poco menos de 5 desde la instauración del nuevo parlamento, Vizcarra recitó su habitual estribillo. Lo que no precisó, claro, es que este fue engendrado de su propia fobia a la democracia. Es él el único responsable de semejante disparate.
Así, el nuevo Parlamento se sumó a la lista de enemigos del Gobierno. Ahora acompaña a Fuerza Popular, al antiguo Congreso, a la «corrupción», quienes salieron al inicio de la cuarentena, mercados, prensa, clínicas, gremios, empresarios, transportistas, universidades, colegios privados y, por si fuera poco, emprendedores. Es decir, cualquiera que no fuera el Ejecutivo.
Sin embargo, el cálculo fue fácticamente equívoco. Nadie podía crear tantos antagonistas y no pagar un precio. Rivalizar a todo aquel que no agacha la cabeza, tarde o temprano, tenía que jugar en contra. Era inevitable que una factura como la que llegó arribara para golpear su tan nociva soberbia.
El tiempo -por suerte- se le acaba, y las cartas también. En menos de 72 horas, el gobierno debía colocar a un nuevo premier: tenía que ver de dónde sacarlo. Todos posibles candidatos, son hoy, habrá adivinado, enemigos. Martín Vizcarra, acorralado por su propia mano negra, no hizo sino lo único que le quedaba.
Walter Martos, el hombre que pretende una cuarentena eterna y un toque de queda por “seguridad”, asumió la Presidencia del Consejo de Ministros. Desde su juramentación, hasta el próximo exabrupto oficialista, dirigirá al quinto gabinete de Vizcarra. Así, el obtuso premier navegará por las turbias movidas del gobierno, acompañando a quien se ha convertido hoy en el rey de los enemigos.