El Oscar a la mejor actuación es recibido por Brendan Fraser, lo que demuestra un efectivo resultado en las decisiones de casting de un director resiliente.
La Academia, el pasado domingo, celebro su edición número 95, y en la premiación dejó en claro que el talento se acompaña de un camino plagado de riesgos, donde los directores son importantes en cuanto a la nueva mirada del cine mundial. Es por esta razón que el mundo del metaverso y los nuevos lenguajes se apropian de la pantalla, buscando pensamiento de construcción de calidad audiovisual descendiente de la teatralidad. Quien entiende de esta evolución, es el director Darren Aronofsky, a quien pueden conocer por El cisne negro, donde la actriz Natalie Portman se ganó su primer Oscar, al realizar uno de sus mejores trabajos, propuestos por un trasgresor director aclamado en el cine independiente.
Un ensayo que conecta con la nueva mirada del cine, donde Aronofsky responde a un género de suspenso, en el que un personaje perturbador recorre a Portman dentro de un expresionismo actoral que se apropia del contexto de un ballet como eje dramático inspirado en la obra El lago de los cisnes de Chaikovski. Esta estética actoral que busca la relación directa con las artes escénicas le dio éxito a una fórmula donde los paralelismos son expuestos dentro de una narrativa audiovisual. Así sucede en todas partes y al mismo tiempo con La ballena, un personaje que es paralelo a la fábula del cuento «Moby Dick» que le devuelve el éxito a un director que se recupera de algunos fracasos cinematográficos.
Esto lo convierte en parte de una generación de directores que busca una distinción y un cine de autor, con un marcado eje práctico en generar historias de pensamiento crítico con carga social y emocional que convierte a actores como Brendan Fraser en maestros de la interpretación. En la selección de equipos La ballena no está sola, un conjunto de profesionales es elegido con la exigencia de generar un naturalismo casi imposible de conseguir. Hay un soporte desde el maquillaje, los efectos especiales son tan reales que abandonamos los conceptos del actor y caemos en la empatía sobre su personaje. Asimismo, el cuerpo de actores de reparto acompaña este difícil desafío y cierra esta historia un guion que proviene del teatro, escrito como dramaturgia para las salas de teatro off-Broadway, por Samuel D. Hunter.
Navegando por la oscuridad
La película, basada en una obra de teatro, cuenta la historia de Charlie, un profesor que dicta clases en línea. El personaje interpretado por Fraser sufre de obesidad, pesa 250 kilos y debido a la angustia por la muerte de su amante gay, decide comer compulsivamente para aliviar su tristeza. El drama comienza cuando el protagonista decide reparar su pasado y comienza la búsqueda de su hija de 17 años, quien, a través de una disputa con su madre, decide ofrecerle una vida mejor.
El soporte más allá del peso actoral
Varios tópicos rodean la película, y esto se refiere a una dramaturgia que se preocupa por retratar personajes de una «norteamérica profunda» típica de la literatura de origen, que llevado al teatro se pueden reconocer fácilmente. En este caso, y reconociendo que el texto original de la obra teatral es de espacio interior, es impactante cómo el cine lo convierte y se desarrolla en una dirección de arte sutil con planos que condensan las pequeñas expresiones de angustia de los personajes. Un lenguaje naturalista se hace presente en la estética audiovisual con personajes secundarios que entran y salen de la vida de Charlie, la inmovilidad de su cuerpo se reduce en planos que se editan en la historia, incluso aparece una interesante escena con sus alumnos que aparecen online sin conocerlo, debido a que el personaje apaga la cámara cuando dicta por miedo al prejuicio social. Las presencias son lo más importante de esta película, ya que el abandono es lo opuesto y la razón de comer compulsivamente. El protagonista recibe varias presencias dentro de su casa, que mantienen al público atento, en claves de antagonistas como su amiga Liz, quien cuida de su salud, interpretado por Hong Chau, quien cuestiona la enfermedad y las ausencias de un estado que tiene deudas en planes de salud. Queda en evidencia en esta película que el poco dinero que tiene Charlie prefiere no gastarlo en un servicio de salud para poder brindarle ese capital para un futuro mejor a su hija Ellie, interpretado por Sadie Sink. El aporte de un excelente casting de actores sorprende en una producción realizada en una sola locación donde hasta el personaje del chico del delivery es representado como un acompañante principal que justifica la razón del exceso de su peso.
Un cine desde el teatro
Resaltamos un largometraje de nivel, que se transfiere de una obra teatral de una forma efectista, con un excelente maquillaje que representa la herramienta principal para la personificación de Brendan Fraser, lo que determina que la actuación es un trabajo en equipo. El lenguaje de planos y la fotografía logran posicionar a todos los rubros que se sostienen en un excelente argumento donde deja claro quién es quién y qué conflictos tiene cada personaje que ingresa al mundo de La ballena. Un director que aplaude de pie a su mejor actor y brinda por volver al método de reunir la literatura y el teatro para crear un aporte cinematográfico de excelente nivel. Un cuento que sobrevive en la piel de Brendan Fraser con una historia que refiere a una aventura de la vida y el aporte de los tópicos que se trabajan en esta película, como el prejuicio y el abandono de instituciones dentro de una familia que construye un mundo disfuncional.