Tras varios meses de improvisaciones, buenas intenciones y pésimos resultados, el Ejecutivo decidió, a punta de reclamos y sin más opciones, darnos algo parecido a «libertad». Y con «libertad» no me refiero a la que nos han ido mutilando a través de los años: no, no. Me refiero a la que teníamos antes de que el gobierno decidiera jugar de científico cuando más tiene de verdugo que de forense.
Como nuestra política es más parecida a un Monopolio, que a otra cosa, y como los peruanos somos dados circulares en un tablero que de plano no tiene nada, las cosas pasan desapercibidas. Las fichas están y las tarjetas se revelan cada 4 o 5 días de ver una metida de pata. Si algo no sale bien, habrá que tirar los dados otra vez. Sencillo. Pues, ¿qué mejor solución que seguir tirándolos para avanzar?
¡Y es que es lógico! Obvio, la idea es intentar algo diferente para ver un resultado distinto: cambiar el ángulo, mover más la mano, etc. Por último, soplar los dados. Pero no. Quizás el método ensayo-error no es el principal fuerte del gabinete de Vizcarra, pero eso no es nada de qué preocuparse: él tampoco es experto en eso. Muestra de ello es que la estrategia era precisamente no tener estrategia. El plan maestro era la cuarentena misma. No hay más. Tampoco lo hubo.
No hace falta ser clarividente para darse cuenta que las cosas «cojeaban» de forma preocupante -pensar que «caminaban» exige una cita urgente con un psiquiatra-. Teníamos, o mejor dicho, tenemos, a un equipo de miopes en un campeonato de tiro al blanco. Todos bien equipados y disparando con la elocuencia de la ex alcaldesa Villarán al regar pintura verde en la Costa Verde. La experiencia nos dijo, en ambos casos, que algo no iba a funcionar bien.
El gobierno no hizo diferencia alguna. Su juego fue desde un inicio tirar los dados y ver qué pasaba. Dependiendo de la casilla en que la ficha cayera, el discurso cambiaba. La idea siempre fue la misma: hay que seguir lanzándolos y ver si algo varía. Si no, ya variará. Total, la cosa es avanzar. ¿A dónde? Bueno… eso es cosa de otro día.
Sin dudas, lo que sí hubo fueron errores. Y a montones. Vamos, con dados circulares, muy lejos no podían llegar. Pero ese fue un detalle menor para nuestros hábiles inventores.
Tras tanto equivocarse, el gobierno decidió liberarnos. Ojo, «liberarnos» hasta que se le ocurra encerrarnos de nuevo, así lo dijo, entre un alza de presión y un rechinido de dientes, Walter Martos, Ministro de Defensa. El Ministro de Salud, Víctor Zamora, tampoco se quedó atrás. La intención es clara. La amenaza está ahí, a la vuelta de la esquina. Nunca hace falta el jugador que ansía voltear el tablero.
«Somos libres, seámoslo siempre» dice nuestro Himno. Pero tenía una excepción que ninguno conocía. Somos libres. Sí. Seámoslo siempre. No tanto. Eso depende del pie con el que nuestros geniales lanzadores de dados se levanten. En este juego de monopolio, no hay que ganar. Solo hay que matar el tiempo. Y para eso, nuestros especialistas sí tienen harta experiencia. ¡Qué mala Casualidad!