Este miércoles, el presidente se sentó en Palacio de Gobierno y, con mano en la Constitución, amenazó a empresarios con expropiarles sus negocios si estos no llegaban a un acuerdo con su gestión.
Muy interesado en su país – o en su popularidad, dio 48 horas a estos negociantes para que aceptaran su acuerdo; caso contrario, invocaría el artículo 70 de la Constitución Política del Perú.
En horas de la noche, se anunciaba que se había llegado a un acuerdo entre las partes (Gobierno y clínicas privadas); no obstante sigue quedando un sabor agrio respecto a si la amenaza tenía fondo, cuáles eran las intenciones y si la acción (expropiar) realmente tendría resultados positivos.
No puede expropiar
El presidente, durante su estólido discurso, aseguraba que «no con el ánimo de quedarnos con una propiedad privada de manera permanente (…) invocaremos el artículo 70 de la Constitución». Esto, no solo se asemejaba a una amenaza de un régimen dictatorial, sino que desconocía quién es el facultado para aplicar el precepto constitucional.
El artículo 70 de la Carta Fundamental establece que «a nadie puede privarse de su propiedad sino, exclusivamente, por causa de seguridad nacional o necesidad pública, declarada por ley«. El mandatario alegaba que al amparo del artículo en cuestión, la Carta Magna consentía una expropiación, acción alejada de la verdad y la realidad.
La Ley General de Expropiaciones indica que «la expropiación consiste en la transferencia forzosa del derecho de propiedad privada, autorizada únicamente por ley expresa del Congreso» (art. 2). Entonces, Vizcarra alegaba sin fundamento, pues no estaba autorizado a realizar dichas expropiaciones.
Por otro lado, la misma ley en ningún momento establece la posibilidad de expropiar una empresa: «todos los bienes inmuebles de dominio privado pueden ser objeto de expropiación» (art. 12). Por lo tanto, ¿qué quería expropiar nuestro mandatario? ¿A los médicos, los fármacos, las camas de las UCI, la clínica en su íntegro? Bueno, no se puede ninguno de estos, por ello, quedará hasta el final la duda de ¿cuál era la verdadera intención?
¿Era la solución?
Si bien Vizcarra Cornejo no puede legalmente expropiar, en el hipotético caso de realizar una «interpretación fáctica» de la Carta de 1993, ¿habría sido esta una solución al grave problema que padece hoy en día la sanidad pública?
Veamos qué nos ofrece la Sala Situacional del COVID-19.
Al día 24 de junio, 241 personas están hospitalizadas en camas de las unidades de cuidado intensivo (UCI) del sector privado; 249, en los hospitales del Ministerio de Salud (MINSA)… una diferencia de 8 camas. Sin embargo, en las clínicas aún quedan 22 camas UCI; en el MINSA, 14. En suma, el privado cuenta con 263 camas UCI; el MINSA, también.
Es decir, ambos servidores de salud cuentan con el mismo número de camas, pero previo a la pandemia ¿tenían la misma demanda? Según un estudio de IPSOS (2014), en Lima, 23% se atendía en el MINSA y 15% en clínica particular. Es decir, pese a que hay mayor demanda en la salud pública, el sector privado tiene la misma oferta que el Ministerio de Salud.
A esto, le podríamos agregar la incapacidad del Gobierno de comprar ventiladores mecánicos a tiempo, pues hoy aseguraba el presidente que «400 ventiladores mecánicos (VM) llegan el 30 de junio»; mientras la CONFIEP, al 16 de junio, ya había donado 100 (de un total de 237) VM al estado peruano.
Asimismo, podríamos analizar la ejecución presupuestal de la cartera dirigida por Víctor Zamora, la cual luego de 102 días desde el inicio del estado de emergencia asciende a 27.7%.
Entonces, ¿hubiesen solucionado algo? No, entregarle la gestión de los centros de salud privado al Ejecutivo solo habría extendido las falencias al sistema privado (expropiado por el público). Si no pueden gestionar adecuadamente lo que ya tienen, ¿por qué creen que podrán con más?
Si algo dejó claro el presidente Vizcarra es que el respeto a la propiedad privada no es una prioridad para su Gobierno, sino arremeter contra quienes no tienen culpa, trasladando sus responsabilidades a estos y volviéndolos el personaje draconiano de la historia, cuando son los únicos que, aunque con errores, han servido de manera más eficiente en la lucha contra la pandemia.