Las corrientes feministas impulsan desde hace años diversas propuestas en variados campos de la sociedad. La política no ha sido ajena a los planteamientos de estos grupos. Dentro de las propuestas más famosas y más recientes, encontramos a la paridad de género y la alternancia, también conocida como la ley de cupos.
Esta ley ha sido impulsada por el Ejecutivo y se decidió en el Congreso anterior que su implementación sea progresiva hasta el año 2031. Hace días, en la Comisión de Constitución y Reglamento del Congreso se ha dejado en suspenso el debate sobre el adelanto de su aplicación en las próximas elecciones.
Desde mi reflexión personal creo que esta es una política que, lejos de luchar contra la desigualdad, la promueve. Lo que la cultura paritaria establece es que los cargos públicos sean ocupados en proporciones iguales por hombres y mujeres (50% / 50%) de modo alternado. Es decir, las listas partidarias han de presentarse con un porcentaje equivalente de ambos sexos, ordenados de modo alternado. De modo, que los cargos políticos sean asumidos por hombres y mujeres en una misma proporción.
En primer lugar, me parece ridículo que el derecho democrático al voto esté limitado por condicionamientos como este. Es verdad que existen ciertas condiciones para poder acceder a un cargo público: la edad, la nacionalidad, el derecho a voto, entre otros. No obstante, estas condiciones tienen una razón de ser que emana de la magnitud del cargo que se va a ocupar y de la responsabilidad que este requiere. El sexo no debería formar parte de esta lista, porque, si defendemos la igualdad a cabalidad, no debería importarnos el sexo de quienes gobiernen sino la capacidad de estos mismos.
Sin embargo, esta propuesta se presenta como una idea de reivindicación a la mujer e impulso de una cultura de igualdad entre hombres y mujeres. Nada más falso. Esta teoría termina por introducir en nuestro inconsciente la idea de que la mujer no puede ganarse un puesto público por sí misma. Genera desigualdad, porque nos hace creer que la mujer necesita que otro le asegure la posibilidad de realizarse políticamente porque ella no es capaz de ser elegida por sus méritos.
Por lo anterior, esta ley me parece un insulto a la mujer. Creo ellas estarían orgullosas de que se le eligiera por su trayectoria, profesionalismo y experiencia y no porque la ley mande que se vote por ella.
Ahora ¿cuál es la finalidad de un cargo público? ¿a quién debemos elegir? Se nos ha exhortado siempre a elegir a los mejores políticos, a evaluar su itinerario y capacidad de gobierno, se nos insta al voto informado. El postulado paritario pone el sexo por encima de las capacidades, porque nos obliga a votar por cantidades equiparadas, sin importar que los que queden fuera estén mejores capacitados que los que entran. A la verdadera igualdad no le importa el sexo de quienes asumen los cargos públicos, no le importa si su gobernante es hombre o mujer. Lo que le importa es que sea el más competente. El ser hombre o mujer no tiene que ver con las capacidades o los méritos que cada persona haya desarrollado.
Llegados a este punto, hagámonos una pregunta seria ¿en el Perú existe la desigualdad política? Es evidente que no. Nada impide a una mujer asumir un cargo público o político. Entre otras cosas, porque el voto es libre y la mayoría votantes son mujeres. Según «Estadísticas del Padrón Electoral ERM 2018» del Jurado Nacional de Elecciones el 50.19% de los votantes son de sexo femenino. Entonces ¿de qué falta de oportunidades hablamos? Si las mujeres decidieran votar por mujeres, tendrían la mayoría política. Pero todos, hombres y mujeres, estamos conscientes que al momento de votar hemos de observar la idoneidad del postulante y no el sexo de los mismos.
Aún, así hemos de observar otro punto. No podemos obligar a las mujeres a postular a un cargo público. La vida política es una decisión libre de ciudadanos que deciden servir a su patria, cuidando el bien común y encaminando la sociedad hacia buen puerto. ¿Qué pasaría si no hubiera la cantidad suficiente de hombres en un partido para cumplir con esta ley? ¿o si no alcanzaran el número de mujeres exigido? Lo que sucederá es que pondrán en sus listas a cualquier persona, sin importar sus capacidades, sino de acuerdo al sexo que necesiten para cumplir con la paridad propuesta o, lo que sería peor, usar esos cupos vacantes para pago de favores.
La búsqueda de la igualdad va más allá de esto. Estoy convencido de que una mujer, con capacidad y profesionalismo, puede lograr ser elegida en un cargo público por su propia valía y sin falsas ayudas.
Me es indiferente si todos los políticos son mujeres o si todos son hombres, o si llegaron a ocupar proporciones iguales. No es esa mi preocupación al momento de emitir mi voto. Un voto ha de realizarse a conciencia, observando con riguridad la capacidad y los méritos de quienes postulan, para elegir a los mejores gobernantes más allá del sexo que posean. Esto es ver con igualdad, tener las mismas oportunidades. No fijarme en el sexo del postulante y votar de acuerdo a ello. Por el contrario, mirar en las personas algo más que su sexo. Existen mujeres talentosas, por las que votaría y confiaría cualquier cargo público, no por ser mujeres sino por su honorabilidad proba y esmerado esfuerzo por hacer de nuestro país cada vez mejor.
Es importante que empecemos a construir un mundo más igual, que luchemos por mantener los derechos de todos. Pero construir de verdad, no con elucubraciones absurdas convertidas en ley. Propongo luchar en otro campo: promovamos la participación política de las mujeres. La paridad no es el camino. Afirmo mi desacuerdo respecto a esta normativa. Es una burla a la inteligencia, no solo por sus postulados incongruentes, sino, porque atenta contra el mérito y la capacidad.