La Victoria está de fiesta. Luego de vivir un caótico, pero incontestable descenso y rescatar su lugar en la Primera División en los tribunales, Alianza Lima acaba el año como flamante campeón de la Liga 1. Sin discusión alguna, se rehízo como institución y ello conllevó a que fueran los más regulares dentro de la cancha. Desde la dirección de Bustos hasta el aporte de Barcos, pasando por la figura de Farfán, pero también agregando los giros de película que existen en el balompié. Todo ello caracteriza la estrella número 24 del equipo ‘blanquiazul’.
La ‘Bustoneta’ recogió creyentes en el camino
Sin gran currículo detrás suyo, Carlos Bustos logró un campeonato que sumamente pocos hubieran tenido por sentado a inicios de año. Criticado desde antes que comience la temporada -incluso llegando a sonar su despido una vez Alianza retornó a primera-, el argentino asumió el complicado reto de recomponer a un histórico de su más grande fracaso. Le costó mucho hacerlo en el Apertura (4 victorias en 9 partidos), pero finalmente logró converger las piezas que tenía.
Para el Clausura, el ex técnico de San Martín y Melgar hizo de la solidez el gran bastión de los ‘íntimos’: fiabilidad en su área, casi imposible de verse superados en bloque bajo y dando valor a sus cortos resultados. Gustara más o menos, pero la practica ejercida equivale a un trofeo de ensueño, aquel que poco a poco se fue haciendo realidad en el imaginario colectivo. Bustos lo consiguió armando un conjunto compacto y ultra pragmático; muy lejos de la esencia natural de la entidad. Así es el fútbol actual y que bien le ha venido a Alianza, que obtuvo ya dos títulos alejándose de su raíz.
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¿Un plantel hecho solo para mantenerse?
Independientemente de que sí iban a lograr la permanencia o no, la mayoría de puntos de vista optaban por definir en febrero el destino de Alianza: alcanza para Liga 2, mas no para especular en Liga 1. Luego de la gran inversión hecha y la ilusión hecha pedazos era lógico que los comentarios vayan en esa dirección. No obstante, el gran fichaje de la campaña, Hernán Barcos, se encargó de sepultar esas interrogantes. «Vine a salir campeón», apuntó el argentino desde el inicio.
Palabras llenas de un optimismo que se fueron contagiando en tienda blanquiazul con la vuelta de Wilmer Aguirre y Jefferson Farfán (la dupla del título del 2003). El liderazgo de los tres, junto al del capitán Josepmir Ballón y el uruguayo Pablo Míguez, acabó por sentar el objetivo. A su convencimiento, siguió un esfuerzo de grupo notable, el soporte a la idea del entrenador y, por ende, engancharse a un pico de rendimiento que los llevó a la gloria. De todos estos atributos carecieron en el 2020 y, curiosamente, cuando más lo requerían, son el mejor ejemplo de trabajo en conjunto.
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La ‘nueva’ guardia
Hablando de contrataciones, Alianza se resarció bien de los errores cometidos el año pasado. Lejos de contratar grandes estrellas para el fútbol peruano, la elección de refuerzos fue sencilla. Lejos de ser una escuadra de veteranos como muchos dicen (promedia una edad media de 26 años), la apuesta por jóvenes dio resultados. Sean promesas consolidadas en primera, los que se abrían un hueco y otros con ganas de revancha, todos fueron clave en la obtención de la copa.
Jefferson Portales, Ricardo Lagos, Oslimg Mora, Jairo Concha y Ángelo Campos formaron parte de la estructura del actual campeón peruano. Sobe todo los dos últimos. El ex San Martín fue el jugador con más participaciones de gol (9) y ocasiones creadas (6) tras Barcos (18 y 9, respectivamente), y el jugador con más pases clave por partido (1.9). Mientras, por su lado, el antiguo capitán de la legendaria Sub-20 del 2013 afianzó el arco victoriano. Una vez se hizo con el puesto, refrendó las grandes expectativas que se tenían de él a lo grande. Sin duda, un cuento de hadas para estos chicos.
El ‘déjà-vu’ de ‘La Foquita’
Y sí hablamos de grandes epopeyas, la vivida por Jefferson Farfán es de las más especiales en el fútbol nacional. Era julio de 2004 cuando el jugador más especial de inicios del siglo partía a Europa a hacerse un nombre. Lo logró en Eindhoven, Gelsenkirchen y Moscú, así como en la ‘Sele’ (segundo anotar histórico: 26). Finalizada la aventura soñada por muchos, tocaba volver a casa 18 años después, para realzar al equipo de sus amores y con él siendo importante.
Tal vez las lesiones impidieron que siga trascendiendo en el verde como solía, pero eso no quita que su papel de ícono aliancista no haya tenido peso. Todo lo contrario: supo llevar el peso de su figura -quitando sus polémicas fuera de la cancha- y anotó goles clave (4) con los que Alianza alcanzó la gran final. Cosas de la vida, tuvo que ser Sporting Cristal el gran rival a vencer. Como en 2003, cuando un agónico cabezazo suyo decidió la final en el último suspiro. ‘La Foquita’ no pudo repetir el celebre momento, pero sí la promesa que había hecho: regresar para salir campeón con los ‘grones’. El mejor ‘déjà-vu‘ posible.
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El torneo peruano, donde las oportunidades son inagotables
Un campeón de primera que antes había descendido a segunda. El ‘Pirata’ que plantó su bandera en nuevos mares. Un héroe deportivo del país que volvió a dejar huella. Tan solo algunas de las incontables anécdotas en las que el deporte más famoso del mundo brinda chances a esos agentes para brillar o, en este caso, limpiar su imagen por todo lo alto. En especial en nuestros lares, en donde se pasa del declive al éxtasis en solo un momento.
Porque no es para nada loco imaginar que el actual subcampeón, Sporting Cristal (finalista 7 veces en una década), pueda obtener su revancha en el 2022. Así como el otro grande del Perú, Universitario, tenga un gran año y se plante en la final. Ni mucho menos que pueda existir un ‘outsider’ de provincia. Ni de grandes proyectos ni de fugaces performances entiende la victoria; cualquiera es valida. Alianza, con sed de revancha, demostró una vez más esa dicotomía. ‘Así es el fútbol’.