Nueve de noviembre
Era alrededor de las siete y media de la noche. En medio de uno de los episodios más críticos para el país, el Congreso de la República debatía un pedido de vacancia. Sin embargo, ni el más minucioso parlamentario atisbó que aquella decisión encendería la llama de un pueblo disconforme. La destitución de Martín Vizcarra daría inicio a una ola de protestas, en el corazón de la capital, que acabaría con la vida de dos jóvenes y gestaría un movimiento autodenominado «Generación del Bicentenario».
Este segundo proceso de vacancia, motivado en los presuntos pagos ilícitos de empresas constructoras al presidente durante su gestión como gobernador regional de Moquegua y luego como ministro de Transportes, fue la ficha movida por las bancadas promotoras que argumentaban la incapacidad moral de Vizcarra para llevar las riendas del país. Con 105 votos a favor, de un total de 130, la mayoría de los representantes aprobó la moción. Inmediatamente después, en la Plaza San Martín, se aglomeraban los colectivos que a voz unísona gritaban: «Merino no me representa». Teníamos un rostro nuevo en el sillón de Pizarro.
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Diez de noviembre
Manuel Merino asumió constitucionalmente el cargo creyendo que las revueltas cesarían. No obstante, se expandieron al resto del país. Como en la Francia del terror, todos pedían la cabeza del «golpista», las fuerzas del Estado, haciendo uso del monopolio de la coacción, intentaron detener lo que se había convertido en una batalla campal donde no existía virus alguno. Solo habían piedras, sangre y fuegos artificiales.
Once de noviembre
No eran gallos, eran cacerolas y bocinas las que sonaban a primera hora del día. Hasta la persona más respetuosa de las medidas sanitarias quería hacerse escuchar. El movimiento se aproximaba a Palacio de Gobierno y la regla era detectar a los policías encubierto que se encontraban entre los civiles. Decenas de arrestos se registraron en las calles de la capital. ¿Dónde estaba Manuel Merino? Quien debía pronunciarse en pleno caos eligió la errada decisión de guardar silencio. Se organizaba la Primera Marcha Nacional para el siguiente día.
Catorce de noviembre
Un fallecido, luego dos. Bombas lacrimógenas y perdigones apagaron la respiración de Inti y Bryan. «Señor Merino, detenga esta barbarie. Renuncie», tuiteaba un conocido excongresista. Al mediodía, el aborrecido presidente presentó su dimisión irrevocable. Se puso a votación la lista encabezada por Rocío Silva-Santiesteban y no funcionó. Francisco Sagasti ostentaría la banda presidencial al poco tiempo. El resto, ya lo conocemos.
A un año del ascenso de Merino de Lama a la Jefatura del Estado, ¿qué ha cambiado en el país?
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