Vacancias van y vienen, pero uno apuesta por la que más le conviene. En 2020, por encargo del Congreso de la República, Manuel Merino de Lama, tumbesino y acciopopulista, empezaba a reencarnar al Paniagua dosmilero en lo que sería una de las más cuestionadas —y criticadas— acciones legislativas del último lustro. Aquel parlamento vacó con alicaídos argumentos y poco respaldo —aunque más tarde con el Vacunagate se empaparían de legitimidad— a Martín Vizcarra, aquel reptiliano personaje de escasos valores que llegó a Palacio por una situación, aunque con sus matices, similar a la que lo llevaría a salir: un proceso de vacancia (en el caso de PPK no se ejecutó, pues antes presentó su renuncia a la Presidencia; sin embargo, sí se dio inicio al impeachment).
Sin necesidad de dar detalles, el 15 de noviembre nuestro entonces tumbesino congresista devenido en presidente padeció un golpe no ceñido directamente a un artificio legal, sino a presión social. Salió vapuleado por una población iracunda que no reconocía a un «ilegítimo». Cual novela de Huxley, nuestra población fue hipnopedizada con las largas jornadas de transmisión en vivo de las protestas «por la democracia».
Hoy, casi 8 meses más tarde, desde la representación nacional el grito de vacancia va tomando forma ante un gabinete ministerial cuyo sendero no fue el de la moderación y el tecnicismo, sino uno más luminoso, por los vínculos y la simpatía que existe entre algunos jefes ministeriales y la organización terrorista que enclaustró a nuestra patria en tiempos lóbregos.
El 29 de julio Pedro Castillo dio inicio a lo que podría tornarse en el fin de su mandato: controvertidas y provocadoras designaciones. A un solo día de jurar como jefe de Estado, optó por tomar juramento en la Pampa de la Quinua a Guido Bellido, congresista de Perú Libre que es investigado por apología al terrorismo. No tuvo mejor idea nuestro mozo mandatario que elegir a un admirador de senderistas para dirigir el Consejo de Ministros. Como si no bastase, otras figuras del Ejecutivo siguen los pasos de Bellido. Una cartera estratégica como la de Relaciones Exteriores está a cargo de Héctor Bejar, exguerrillero indultado por el dictador Velasco que, además, está a favor de amnistiar a Abimael Guzmán.
Sin contar más hechos, pues con solo días en el puesto el señor Castillo ya nos deja en debe, la vacancia que se le criticó arduamente al legislativo dirigido por Merino de Lama empieza a volverse atractivo a ojos de la ciudadanía, que por amplitud rechaza tanto las designaciones del presidente chotano en el Gabinete Ministerial como al ideólogo detrás de bambalinas: el dueño y fundador de Perú Libre, Vladimir Cerrón, quien hoy funge de cómplice —y no portero— del jefe de la Casa de Pizarro.
Los personajes y la mala praxis del ejecutivo han cambiado de nombres y autor; no obstante, la ejecución de una vacancia podría tomar el mismo cauce que en noviembre del último año, aunque con un presidente mucho más políticamente mancebo y faltas a la ética cuya gravedad supera a los antecedentes de los gobernantes del último periodo.