La pregunta ¿cómo llegamos hasta aquí otra vez? se repite una y otra vez en conversaciones que he tenido estos días con diversos amigos y colegas. Recordamos como fue el Perú de los 80 y las diferentes escenas de terror que a muchos nos tocó vivir; la mas cercana a mí fue el coche bomba que explotó en el cruce de las avenidas Canadá y Arriola, a pocas cuadras de mi casa y cerca a un grifo propiedad de una empresa extranjera. Recuerdo muy bien cómo estaba sentado en la mesa con mi familia tomando lonche cuando de repente un estruendo hizo literalmente dar un salto a la mesa y volar las ventanas de mi casa; si esa explosión hubiese afectado al grifo y a los depósitos de gasolina que había en él, lo mas probable es que no estaría compartiendo esta columna de opinión con ustedes.
Es cierto que derrotamos al terrorismo en los 90 y que recuperamos la paz gracias a nuestras FF. AA. y PNP, mas como sociedad civil perdimos la guerra contra ellos: dejamos que sus ideas marxistas, leninistas y maoístas comenzaran a tomar cada vez mayor fuerza en jóvenes y no tan jóvenes. Por acción u omisión dejamos que las fuerzas del orden corrieran a su suerte solos ante cientos de juicios que se les abrió, muchos de ellos con casi treinta años desde iniciados. Es cierto que hubo excesos y abusos por parte de los malos elementos, pero jamás debimos dejar que todas nuestras FF. AA. y PNP sufrieran el escarnio y las vejaciones que afrontan, por defender su país.
Hoy nos toca a nosotros hacerle frente al autoritarismo y a las voces revolucionarias que piden «sangre en las calles» para imponer su modelo que ya nos trajo pobreza y muerte en el pasado. No será fácil y nos querrán asustar y perseguir como antes lo hicieron con muchos valientes héroes y mártires; no obstante, esta historia ahora es nuestra y la escribimos nosotros; dependerá solo de nosotros el tipo de país que le queremos dejar a nuestras generaciones futuras.
El Congreso de la República, hoy por hoy, es el ultimo bastión de la democracia que puede hacerle frente al autoritarismo y nepotismo avasallante que viene desde el Ejecutivo, y debemos defenderlo a como de lugar. Ya no importan las pequeñas diferencias entre candidatos y filiaciones políticas, sobre libros leídos o ideologías abrazadas, a quienes vienen contra nosotros no les interesa otra cosa más que el poder, para aplastarnos y subyugarnos. Actualmente, somos los demócratas contra los totalitarios, los que defendemos la libertad contra los tiranos: ahora, más que nunca, las estrofas de nuestro himno deben de tomar real sentido para nosotros: «Somos Libres, seámoslo siempre».