«Porque quieras o no, yo soy tu dueño», dice la letra de aquella canción tóxica que parece representar el idilio entre Vladimir Cerrón y Pedro Castillo. El corrupto exgobernador de Junín ha llegado a Lima para marcar su territorio y preparar el gran evento de Perú Libre, en donde proclamará a su candidato como el ganador de las elecciones. Un megalómano que está suelto en plaza.
Cerrón ha aguantado de todo en esta campaña, incluso que el propio Castillo dijera que no lo verían ni de portero de Palacio de Gobierno. Para un sujeto como él, con tremendo ego, eso es humillante, pero ha valido la pena su sacrificio. Hoy se siente ganador y viene a reclamar su parte del Gobierno. Ni su sentencia firme por corrupción, ni los Dinámicos del Centro, ni su nefasta gestión en el Gore Junín, ni su admiración por Maduro o Fidel Castro, ni los pedidos de Verónika Mendoza lo apartarán del poder. Esa es la mochila que le trae Vladimir a Pedro y que dejan al nuevo presidente al borde de una vacancia.
En el Congreso solo tienen 37 parlamentarios de Perú Libre, más sus aliados de Juntos por el Perú con 5 y el Partido Morado con 3, hacen un total de 45 votos. El resto son 85 congresistas a los que le bastaría 2 disidentes para alcanzar los 87 necesarios para la vacancia por incapacidad moral permanente. El riesgo existe y la cúpula de Perú Libre lo sabe. A partir de ahora sus movimientos serán bien calculados y por eso evaluarán todas las opciones. Una de ellas es poner al presidente del Congreso y, si el plan fracasa, buscar la forma de cerrar el Legislativo.
Para Perú Libre la gobernabilidad es lo de menos, la confrontación y el matar o morir serán su consigna desde ahora. En ese camino Castillo no va a moverse de su libreto, porque Cerrón es su única garantía de sobrevivencia, porque si cae uno, cae el otro.