En mi última columna, «Ajustados, asustados y desgraciados», expliqué cómo, cual manijas del reloj iríamos poco a poco descubriendo quién sería el ganador de esta contienda electoral. El conteo ya se encuentra al 100 % y ha mostrado una división del país casi en mitad. Con un 50-50 eligiendo a su conveniencia, puedo confirmar que al menos 8 millones de peruanos seguimos con ese sentimiento de tener un pie en el susto y uno a punto de caer al abismo de la desgracia.
Parece que Pedro Castillo está a un paso de Palacio de Gobierno. El JNE aún no confirma el resultado, pero la tendencia está marcada y salvo que Keiko Fujimori logre la anulación de una importante cantidad de actas donde se han registrado presuntas irregularidades, la suerte está echada a favor del docente chotano.
Algo que debemos destacar de esta semana, iniciada el día después de las elecciones del 6 de junio, es la celeridad con la que la extrema izquierda nacional y sus aliados extranjeros —como el presidente argentino Alberto Fernández y el exdictador boliviano Evo Morales— quisieron gritar «Pedro presidente». Se entiende el entusiasmo por el que se proclame a su candidato vencedor de la disputa democrática, pero es cuestionable cómo sin pronunciamiento del órgano electoral ya se daba por hecho quién había ganado. Ello sorprende aún más cuando hemos visto una caída de 70 mil votos de distancia entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo hasta menos de 50 mil en cuestión de días y con la revisión de las actas impugnadas. Estamos presenciando el «stop the count» trumpiano en versión criolla.
Además de ello, el avance de las manijas crónicas ha empezado a develar quién es quién dentro del equipo que acompañaría a Castillo Terrones de llegar al sillón de Pizarro. Mientras el profe es cara visible y muestra cierto liderazgo dentro de Perú Libre (PL), Vladimir Cerrón, a quien le pesa una sentencia por corrupción, se posiciona como el dueño y señor del partido de extrema izquierda. ¿Qué significan estas marcadas diferencias entre el profesor y el médico? Pues que, por lo pronto, dentro de la organización oximorónica (Perú Libre, pero sin libertad) no hay quien dirija el barco.
A ello, le sumamos el ingreso de técnicos «moderados» provenientes de la alianza entre PL y Nuevo Perú. Verónika Mendoza y sus partidarios progresistas parecen no haber sido bien recibidos por el cerronismo. Vladimir Cerrón encuentra en ellos, según su twitter, a «invitados (que) no son conscientes del espacio que ocupan» y, por tanto, les recuerda que «Perú Libre es el que ha ganado las elecciones».
Así, mientras Castillo busca abrirles la puerta a los tecnócratas mendocinos, el adalid de la izquierda más anacrónica se las cierra. Y es que ese tuit no era solo un pare para Mendoza y su pandilla, sino también para el títere de Cerrón, quien está buscando aliados para desatar un motín en el barco sin rumbo de Perú Libre. Al mejor estilo de Vizcarra, quien se volteó a su partido, la estrategia que podría tener Pedro luce más cuerda, pues lograría igual tener quién lo soporte: Nuevo Perú-Juntos por el Perú.
No obstante, su función de títere no para. O su miedo a Cerrón o su propia incapacidad en la toma de decisiones hacen tardar un aterrizaje respecto a por cuál sendero optaría: ¿será el luminoso, del partido vinculado al MOVADEF, o el de la «moderación»? Al fin y al cabo, él sigue inmiscuido en una vorágine, donde el progresismo, el marxismo-leninismo, el cerronismo y sus propias convicciones no pueden convivir.
La politiquería peruana, lamentablemente, parece que continuará con el improviso, la descoordinación y el caudillismo al que nos condenamos cada cinco años.
P. S. Pedro Castillo aún no ha sido proclamado ganador por el Jurado Nacional de Elecciones, y desde esta tribuna rechazo que el perulibrista, con una lectura errada respecto a qué significa el conteo oficial de la ONPE al 100 %, se haya asumido como el virtual mandatario de nuestra república