Ajustados, asustados y ¿desgraciados? Las cifras siguen ajustándose como manijas del reloj. Movimientos pequeños en las manijas grandes van, poco a poco, afectando las manijas chicas. Estas variaciones mínimas van generando miedo y parece que nos encaminan a la desgracia.
Perú es un país con brechas abiertas y ningún comicio será ajeno a ello. La desigualdad, como en Chile recientemente, ha marcado la pauta. Esta desigualdad ha sido estratégicamente usada por la izquierda peruana —ahora representada por Vladimir Cerrón y Pedro Castillo— para reclamar cambios revolucionarios. Estos alicaídos agentes terraplanistas han esgrimido la división para vencer. Han buscado hacer contrastes burdos y malintencionados: pobres contra «ricos», limeños contra provincianos, costeños contra serranos, así como cualquier amenaza que encuentren el camino contra «el pueblo». Lejos de dotar su candidatura de propuestas, con lo mencionado, la han plagado de verborrea, ignorancia, proyectos inviables, odio e incitación a la violencia.
Odios perdonables
La candidatura color bermejo, en conjunto con sus aliados de la izquierda más rancia y menos democrática, ha logrado que la población normalice un accionar violento y autoritario. Días atrás se publicó un video donde simpatizantes de Perú Libre perseguían e insultaban al equipo periodístico de Canal N luego de que Pedro El Profe Castillo azuzara a sus simpatizantes con el discurso de victimización que lo caracteriza. Un caso similar tuvo lugar el día siguiente con representantes de Frecuencia Latina.
Pedro, lejos de hacer un mea culpa por ser él quien azuzó a la enardecida población, atinó a decir que rechazaba la violencia de sus seguidores y que jamás criticó a los «trabajadores periodistas», sino a «la prensa basura» y a «quienes controlan el monopolio de los medios de comunicación». No dio nombres concretos, solo generalizaciones contra los medios. Solo instó en polarizar, en esta ocasión: «el pueblo» contra la «prensa basura.
Como si no bastase con lo sucedido, las trincheras de Perú Libre y Juntos por el Perú (JPP) saltaron en defensa y justificación de la violencia. «El rechazo se lo han ganado (los medios de comunicación) a pulso», dijo, por ejemplo, Lucía Alvites, excandidata de JPP. La violencia, para algunos personajes intolerables, está mal según a quién se le aplique.
Infiltrados
«Como en toda lucha puede haber algún infiltrado, alguna persona que no cree en la democracia», señaló el señor Castillo buscando deslindar de los violentos hechos generados por sus comentarios. Habla de infiltrados como si su partido, proclamado «marxista, leninista y mariateguista», fuera un garante democrático, donde agentes aprofujimoristas se infiltran para dejarlos mal. Se pronuncia sobre la democracia con la frescura de alguien que jamás amenazó con cerrar el Congreso, el Tribunal Constitucional, la Defensoría del Pueblo e instalar una golpista asamblea constituyente. Esgrima sus palabras antiautoritarias como si Vladimir Cerrón, dueño de su partido, fuera un demócrata que nunca dijo que «la izquierda tiene que quedarse en el poder» como en la dictadura chavista.
En fin, queda claro que «alguna persona que no cree en la democracia» no es infiltrada en el partido; sino, todo lo contrario, un ferviente representante del ideario de Perú Libre. Quizás Pedro no se haya enterado de dónde está parado, de qué dice su manual empobrecedor, o de que su nueva versión, esa que firma proclamas «por la democracia» vacías y baila con Mendoza, no se ajusta al Perú Libre de Cerrón. Quizás, sea él el infiltrado, aunque solo para la pose, pues ya conocemos sus verdaderas intenciones.
Color Bermejo
Perú Libre tendrá la bancada más grande del congreso entrante: 37 representantes. Uno de ellos ha sido punto de análisis y crítica las últimas semanas: Guillermo Bemejo. Con un pie en su juicio oral por presuntamente haber sido integrante del sanguinario y genocida grupo terrorista Sendero Luminoso —a quienes considera presos políticos— y otro en el núcleo máximo de Perú Libre —codeándose con Cerrón y sus amigotes—, Bermejo nos advirtió a todos los peruanos que si él y su clan delictivo toman el poder, no lo van a soltar. Audios filtrados por la prensa muestran al electo parlamentario referirse a las vías constitucionales para llegar al poder como «pelotudeces democráticas».
Castillo deslindó de las precisiones de Bermejo asegurando «si el señor Bermejo tiene alguna cosa que decir al, país es su responsabilidad».
¿Ahora qué?
Ahora nada, solo esperar. Ver si queda un ápice de oportunidades positivas con el señor Castillo. Los religiosos pueden rezar, los «ricos» podrán huir, los venezolanos ponderarán: ¿desgracia peruana o desgracia bolivariana? En fin, cada quién buscará su salida, cada quien jalará la cuerda con la fuerza que le quede.