El Perú ha cambiado mucho durante los últimos años. Los que tenemos menos de 30 hemos crecido en un país más libre y democrático que aquel en el que crecieron nuestros padres. Eso nos ha llevado a dar por sentadas nuestras libertades y no defenderlas de quienes las amenazan. Como decía Ronald Reagan, expresidente de EE.UU., la libertad no se hereda en la sangre ni se pasa de una generación a otra, sino que uno debe luchar por ella todos los días y en cada momento.
En el Perú, existen enemigos de la libertad que están buscando volver a modelos totalitarios y socialistas que ya han fracasado estrepitosamente en otras partes del mundo. El reto de nuestra generación es defender lo bueno. Por tanto, construir un verdadero cambio sin retroceso se hace indispensable.
La economía ha crecido mucho, al igual que la burocracia parásita. En consecuencia, el Estado, manejado por una clase política corrupta e incapaz, se ha vuelto una enorme mochila pesada que ha impedido que el crecimiento económico pueda traducirse en desarrollo y buenos servicios para la ciudadanía.
El Estado, desde hace varios años, se encuentra inmerso en un piloto automático, el cual ha mostrado su peor faceta durante esta pandemia. Hemos visto cómo un Estado inoperante no podía comprar camas UCI, implementar plantas de oxígeno o gestionar la compra de vacunas de manera eficiente. Para acabar con este piloto automático, algunos partidos están proponiendo ponerle freno de mano al auto y volver a los años 80, mientras que lo que realmente debemos hacer es aligerar el peso de esa mochila pesada para pisar el acelerador.
Necesitamos un verdadero capitalismo popular en nuestro país. Para ello, debemos defender políticamente los cimientos económicos de nuestra Constitución y encontrar soluciones para hacer que la creación de riqueza —permitida por el libre mercado— se pueda traducir en mejores servicios públicos para nosotros, los ciudadanos.
Debemos simplificar el aparato público y hacer más sencilla y accesible la formalidad. Por ejemplo, desde el Congreso buscaremos implementar el 2×1 regulatorio, el cual pretende que por cada nueva regulación se eliminen dos, para así facilitarle la vida al ciudadano.
Necesitamos, además, ir hacia un Estado más digital, cercano al ciudadano y donde la gestión pública funcione en base a la meritocracia y no al amiguismo político. El promedio de duración de un director general en un ministerio es de aproximadamente nueve meses, lo cual nos dice lo poco que se respeta la carrera pública en el Estado. Para tener un Perú moderno, necesitamos profundizar y modernizar los cimientos económicos; solo así podremos consolidar la libertad para nunca más volverla a dar por sentada.