El segundo de gloria de Martín Vizcarra ya acabó. Su nesciente referéndum ya ultimó. No obstante, nuestro ingeniero -casi mesías, para algunos- sigue con el juego, con el populismo y con el miedo de perder su popularidad. No ha entendido, aparentemente, que dentro de sus funciones no está ser popular, no está ser el mejor amigo del pueblo, de nosotros, sino como bien dice el espacio donde se desenvuelve, el Poder Ejecutivo, debe ejecutar, tiene la obligación de trabajar por el Perú, velar por su crecimiento y su óptimo desarrollo en el ámbito económico y social.
Desde el inicio, el mandatario fue confrontacional con el Poder Legislativo, tratando de realizar un insostenible juicio en su contra, responsabilizándolos de su incapacidad para ejercer un cargo para el cual nunca estuvo preparado. Este lúgubre mecanismo profundiza en el estancamiento del país y en frenar el progreso.
Precisamente, nuestro -no electo, de manera conscientes e- presidente fue este martes acompañado de su primer ministro y del titular de Justicia con carta en mano y en son de protesta por el archivamiento de la reforma política que pretendía variar la inmunidad parlamentaria. Un hecho que fue mal recibido por congresistas de diversas bancadas, que quienes -como yo- creen que jugar al Todopoderoso no es más que una actitud que da indicios dictatoriales, es decir, que da pie a cuestionarnos si estamos o no viviendo en una democracia sólida.
La estulta acción no solo no tuvo el resultado que venían trayendo las invariables amenazas de Martín, sino también dejó una desapacible sensación en el Hemiciclo del Congreso, la cual fue dada a conocer inclusive por miembros de la bancada oficialista. Habría que cuestionar al presidente y a sus asesores, ¿en serio creen que el mecanismo “cuestión de confianza” sigue funcionando? Los congresistas ya superaron su miedo, no temen un cierre, no van a ayudarlo en las encuestas: ya se cansaron, al igual que gran parte de los peruanos, quienes ya queremos ver cambios.
El presidente cree que su flotador para subir en las encuestas iba a ser el mismo de siempre, digo esto porque el lunes salió desaprobado en la encuesta de Ipsos, la cual por segundo mes consecutivo señala que su desaprobación (47%) está por encima de su aprobación (42%), a esto le tenemos que agregar su lamentable desenlace en cuanto a medidas del gobierno en general, ya que en este solo tiene 28% de aceptación.
Lo suscitado este martes solo demuestra que hay una búsqueda de la vía rápida y reaccionaria, la misma que han ejercido nuestros exmandatarios y que nos ha condenado a un simulacro democrático, donde vemos que los resultados del ejercicio nos cuestan daños constitucionales.
Por el lado de la inmunidad parlamentaria es innegable la autoridad que brinda la investidura presidencial, la de presentar iniciativas que el Congreso puede aprobar o rechazar. Habiendo tanto recorrido y una vasta necesidad de análisis de la reforma política es absurdo y negligente que el Ejecutivo se niegue a trabajar tan solo por que haya problemas con una de las aristas que comprende la mencionada reforma.
Nos muestra el presidente con su magnánima visita al Congreso que solo busca ser ovacionado por hacer nada, cuando ahí se encuentra el problema, en dicho accionar está la herida que sangra y que perpetua.
La solución va más allá de continuar con el escabroso sendero que padecemos. Debemos iniciar reformas razonadas, pensadas y con vistas a largo plazo, que más allá de velar porque el presidente mantenga su popularidad, velen por los peruanos.
No está sumando, presidente.