El Perú ha ingresado en una etapa de «metástasis política», donde una institución contagia del mismo problema al resto. ¿O, acaso, entre todas se han venido contagiando la una a la otra? encaminando así la política peruana, la institucionalidad y la república a un sendero oscuro, en el cual cualquiera puede aparecer afirmando ser la solución; mas pudiendo ser un nuevo problema que tendremos que cargar en un futuro.
La crisis del sistema político peruano se encuentra en su momento más nefasto. Ello, nos ha llevado a celebrar unas elecciones sin un carácter ni fundamento jurídico; mas sí fáctico. En aras de un golpe de Estado que a todo gusto aseveró Diosdado Cabello, mano derecha de Nicolás Maduro, parece una «brisa bolivariana». Brisa, la cual ya hemos visto como se vive en las dictaduras: sin libertad y en precarias situaciones.
Estas elecciones parlamentarias son un fraude parlamentario, debido a que elegiremos en pocos días a candidatos que desconocen sus posibles futuras funciones. Utilizan el populismo para captar votos y poseen un speech muy parecido al del oficialismo: en rechazo al Congreso, a la inmunidad parlamentaria, a favor de la agenda ideológica y a favor del golpe de Estado.
A lo mencionado podemos agregarle que solo el 51% de aspirantes a ser padres de la patria posee un estudio universitario, ergo, salvo honrosas excepciones, en su mayoría no llegan a tener un bagaje académico mínimo, aunque no requisitorio.
Los candidatos cada elección mejoran sus formas, manejan mejor sus engaños, se convierten en parte del personaje. Sobre esto y al habernos mencionado, hay que recordar quienes son los culpables originales de toda la enfermedad que padece nuestro país, porque, aunque muchos pretendan soslayar los hechos y cerrar los ojos ante lo evidente, el mayor culpable es el pueblo que emite el voto, el elector que eligió al populista y ahora se arrepiente; mas está seguro de que su voto es por el nuevo populista: mejorado y con propuestas aún más atractivas, pero utópicas e inaplicables.
La herencia del populista la llevamos en la sangre, desde que elegimos por primera vez a Alan en la historia política reciente, hasta cuando elegimos a PPK y, aún más cerca, cuando celebramos un quiebre del orden constitucional y le dimos el respaldo a un Martín Vizcarra autoritario que gobierna de forma autónoma sin los poderes del Estado que constituyen una verdadera democracia.
Además, ahora Martín, junto al titulado en derecho Vicente, emiten decretos de urgencia a la misma velocidad con la que pierden ministros. Siendo cerca de 50 los emitidos durante el lapso del régimen vizcarrista posterior a la disolución del Congreso. Todos ellos con un contenido demagógico, en consecuencia a tantas ansias de popularidad del ingeniero moqueguano.
En estas elecciones elijamos a los auténticos, a quienes no finjen en su campaña, sino son. Aquellos que pretendan enamorarnos con sueños oníricos son los mismos por los que en su momento te arrepentiste de haber votado.