Hoy somos nuevamente testigos de la incapacidad del Estado para solucionar la crisis social que atraviesa nuestro país; muchos tenemos la percepción de un Estado sin rumbo. En los últimos años, se ha convertido al Estado en un botín, donde, en lugar de buscar soluciones reales a los problemas, se ha optado por ensanchar la burocracia, característica distintiva de los últimos gobiernos.
Actualmente, el fenómeno de la delincuencia se ha desbordado, sin que se vislumbre una salida a este caos. No basta con promulgar leyes sobre «terrorismo urbano» y declarar “estados de emergencia” para acabar con el problema. Se requiere un Estado que actúe con inteligencia y que trabaje de manera coordinada, involucrando a las instituciones de los tres niveles de gobierno: local, regional y central. Las bandas delictivas han tomado control de las calles, promoviendo el caos, el miedo y la incertidumbre en los ciudadanos, lo cual es consecuencia de la fragmentación del Estado.
Cuando hablamos de un Estado basado en la inteligencia y en un trabajo integrado, no nos referimos únicamente a desarrollar actos legislativos, como ha querido hacer ver el caviarismo peruano en su búsqueda de culpables, sino también a la ejecución de medidas concretas, que hasta hoy han sido insuficientes. Nuestro Estado ha priorizado excesivamente la protección de los derechos humanos, al punto de descuidar la implementación de un sistema de inteligencia urbana y el uso de recursos tecnológicos, como la inteligencia artificial, en esta lucha contra la delincuencia.
Una reforma crucial es la creación de un nuevo régimen penitenciario para jóvenes de 12 a 18 años, con el fin de que esta población pueda resocializarse, basándose en la culpabilidad de delitos y no solo en infracciones, como se estipula actualmente. Para esto, sería necesario construir más centros penitenciarios con características especiales y una cárcel de máxima seguridad en Pasco, además de utilizar algunos cuarteles como centros de reclusión de alta seguridad. Asimismo, es esencial iniciar un diálogo con los gremios pertinentes para que aporten ideas que ayuden a solucionar este grave problema de inseguridad ciudadana.
Otro punto importante en esta agenda es mejorar la formación policial, reduciéndola a un plazo de 6 meses con una preparación ad hoc para enfrentar la problemática actual, lo cual permitiría tener más efectivos en las calles. El contexto exige policías especializados en inteligencia y en el combate a la criminalidad urbana. Para lograr este objetivo, es urgente diseñar una currícula especial que les permita adquirir las competencias necesarias.
Hoy en día, el Estado parece haberse convertido en el principal enemigo de los ciudadanos, con políticas poco efectivas que han empoderado aún más a la delincuencia. Aunque en los últimos días el gobierno central declaró el estado de emergencia en algunos distritos de Lima Metropolitana, es necesario evaluar si esta medida extrema forma parte de una estrategia sólida o si simplemente responde a un acto populista.
Una estrategia integral y transversal
Una de las grandes preguntas que debe hacerse la administración pública es cómo enfrentar este problema social, que tiene dimensiones regionales. Una posible respuesta es implementar una estrategia enfocada en acciones ejecutivas y tácticas, más que en reformas legales, ya que muchas de estas han sido promulgadas sin resultados efectivos.
Una reacción inmediata podría ser hablar de una «bukelización» para controlar la crisis de seguridad ciudadana, pero las realidades son distintas. Los expertos coinciden en recomendar una estrategia basada en tres pilares: infraestructura, inteligencia y voluntad política. En cuanto a infraestructura, se refiere a la construcción de penales en un plazo máximo de 6 meses con ayuda del sector privado. La inteligencia debe desarrollarse a través de nuestros recursos humanos, también con el apoyo del sector privado, aprovechando al máximo los recursos disponibles. Finalmente, la voluntad política implica el consenso necesario para tomar las medidas realmente urgentes mediante un liderazgo visible, el cual, hoy por hoy, parece ausente.
El Estado, lejos de ser el enemigo de la sociedad, debe unirse a toda la población para combatir este delicado problema que enfrentamos como nación.