El pasado lunes 24 de agosto, en horas de la madrugada, ciento seis congresistas votaron a favor de un dictamen abiertamente inconstitucional. Este ordenaba la entrega de aportes administrados por la Oficina de Normalización Previsional (ONP), en favor de los afiliados activos e inactivos. Los montos alcanzan los S/ 4,300 (1 UIT).
Para iniciar, debemos entender que, a diferencia de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP), la ONP no maneja fondos. Al contrario, administra un fondo colectivo que recibe el 13 % de los sueldos de diversos empleados en todo el país. Este fondo, además, permite a los pensionistas recibir, cada mes una retribución promedio de S/ 784 (1/3 menos de lo recibido en promedio en la AFP). Sin embargo, los aportes mensuales de los afiliados no alcanzan para realizar el pago a los pensionitas. Por ello, el Estado destina más de dos mil millones de soles anuales para que cerca de setecientos mil pensionistas no sean perjudicados.
El debate del dictamen se desarrolló de forma precaria. Fue más de lo mismo: gritos y reclamos, insultos y repeticiones. Las mismas voces diciendo: «malditas AFP», «malditos grupos de poder», «más solidaridad», «hermanos de la ONP». Así, el debate duró cerca de seis horas, durante las cuales muy pocos tuvieron opiniones disimiles.
El Legislativo, durante la sesión, reveló finalmente su verdadero rostro. Algunos comentarios, provenientes de las nueve bancadas, nos muestran que tenemos representantes que dejan a un lado lo dispuesto por la Constitución y hacen todo al fiel estilo de una republiqueta. Para ellos, está el populismo antes que la ley; y antes que el papel, el clamor más violento.
Entre los comentarios más desagradables encontramos los que aseguran que las cifras no importan al momento de legislar. La congresista Carolina Lizárraga del Partido Morado, exigía que se deje «de ver solo frías cifras y cálculos insensibles» para lograr «aliviar el sufrimiento de los más excluidos». La legisladora estaría dispuesta a obviar los números y la ley con tal de ofrecer soluciones cortoplacistas.
En la misma línea, pero con mayor ímpetu, Arón Espinoza de Podemos Perú, pedía que se ignoren los números, que se deje de lado las pruebas que sustentan la viabilidad de la ahora autógrafa. «No se habla de ser técnico, que el número cuadre o no cuadre [o] de dónde va a salir la plata», indicó. Tanto para él, como para sus correligionarios Luna, Urresti, García, entre otros, la ley debía ser a como dé lugar.
Los mencionados fueron superados por Lenin Checco, legislador del Frente Amplio, quien abiertamente nos dejó en claro que, al menos él, hacía populismo y se aprovechaba de los más necesitados. «No solamente debemos hacer populismo con los hermanos de la ONP. No solamente debemos aprovecharnos de sus necesidades y carencias», señaló. Un comentario que, lejos de servir como argumento a la peligrosa propuesta, nos deja clara la verdadera intención: el populismo, el aprovechamiento y, sobre todo, el generar capital político.
La imprudencia legislativa podría llevar al Gobierno a tener que desembolsar cerca de quince mil millones de soles del tesoro público (cifra con la cual se podrían entregar hasta 3 bonos universales familiares). Esto agravaría la crisis del Sistema Nacional de Pensiones y dejaría sin presupuesto a alguna otra cartera que lo necesite.
La incapacidad del Parlamento para entender que sus propuestas son, además de antitécnicas, inconstitucionales, se ratificaría un día después de sucedido el debate. Aquel martes, el Tribunal Constitucional declaraba infundada la demanda de inconstitucionalidad interpuesta por el Gobierno contra una ley que suspendía el cobro de peajes. Esta, al igual que la autógrafa en cuestión, fue cuestionada y expuesta como antitécnica y realizada al margen de la Carta Magna; no obstante, es inherente a diversos congresistas el ignorar los hechos.
La Representación Nacional solo nos ha mostrado, una vez más, su cara más cierta: la del peruano vivo que no piensa en el mañana, sino en lo que se pueda lograr hoy. La imagen de quienes reaccionan y no previenen. Desde luego, estamos condenados. Y seguiremos cometiendo errores, aún sabiendo, en el fondo, que erramos.
Escribe: Juan Pablo Bernal